La decisión de Bruselas de gravar con hasta un 38% adicional las importaciones de coches eléctricos chinos ha desatado una tormenta geopolítica y comercial. El último capítulo es la apertura desde Pekín de una investigación antidumping contra la carne de cerdo europea, que afecta especialmente a España.
Es un rápido movimiento de represalia que evidencia las crecientes tensiones entre ambos bloques, chino y europeo, y la dificultad de encontrar un equilibrio en un tablero cada vez más complejo.
Resultados asimétricos
Para John Helveston, profesor en el Departamento de Ingeniería de Gestión y Sistemas en la Universidad George Washington, especializado en la industria de vehículos eléctricos de China, la jugada de la Comisión Europea sigue un patrón ya visto en otros países que temen la competencia de los coches eléctricos chinos en sus mercados.
Sin embargo, Helveston, en declaraciones a Xataka, destaca algunos matices frente al enfoque maximalista adoptado por Washington: «En el caso de la UE, los detalles son más medidos en comparación con los implementados por la administración Biden, que les impuso un arancel del 100%«.
Subraya que, además de más moderados en cuantía, los aranceles europeos se han impuesto de forma individualizada a cada fabricante, lo que puede generar distintos impactos en función de su exposición al mercado comunitario y su capacidad para localizarse dentro de sus fronteras.
«El resultado es que algunos pueden salir mucho mejor parados que otros en la Unión Europea. BYD, por ejemplo, estará en una posición relativamente buena, ya que tiene un arancel más bajo y además tiene una fábrica en la UE. SAIC, en cambio, depende del mercado de la UE y aún no tiene planes de localizar la producción, por lo que estará más expuesta y afectada», apunta el profesor.
Más allá de los efectos a corto plazo sobre las marcas chinas, la gran incógnita es cómo evolucionará la disputa en los próximos meses y si escalará hasta convertirse en una guerra comercial en toda regla.
Incertidumbre añadida y el precedente solar
Para Alicia García Herrero, economista jefe para Asia-Pacífico en Natixis, el enfrentamiento está servido, pero el desenlace es aún incierto. «Ahora tenemos que esperar. La Comisión tiene que confirmar con el Consejo, a finales de año, las medidas que ha tomado, que son temporales. Hasta que no se espere a la decisión de la OMC, esto no son aranceles, sino lo que llaman ‘countervailing duties‘, algo que haces para protegerte temporalmente. E incluso para eso tiene que ir al Consejo… y el Consejo está dividido», explica.
García Herrero pone el foco en las diferencias internas en el seno de la UE, con países como Alemania oponiéndose a los aranceles por sus fuertes lazos comerciales con China (sus fabricantes de coches vendiendo allí), mientras que países como España o Francia los defienden.
La economista interpreta la investigación lanzada por Pekín contra el porcino europeo como un misil directo a los intereses de Madrid y París. «Lo que ha hecho China lanzando una investigación contra el cerdo es justamente para pegar a España y Francia, que están alineadas pensando que estos aranceles temporales son adecuados», añade.
¿Cómo acabará todo? García Herrero ve incertidumbre añadida en un contexto de cambios políticos en las instituciones comunitarias. Las elecciones europeas fueron hace unos días y Francia acaba de convocar las suyas en un clima especialmente incierto.
«No lo sé. Los americanos han dicho que estos aranceles son muy poco, que es cierto, porque esto no va a parar la entrada de coches. Hay mucho ruido político y la situación de cambio institucional… Lo de Francia, además, cambiará el poder del Consejo. Puede que no pase nada, como ya vimos en 2014 con los paneles solares, saquemos el caso de la OMC y no se sepa más. Eso sería una gran victoria para China y un gran problema para nosotros», advierte.
¿Por qué nos supondría un problema? Porque «todas las medidas que hemos creado de protección (defence measures) para evitar que en un mundo geopolítico nos afecte mucho, pues nos las estamos cargando», sentencia.
Según el Boletín de Comercio Internacional que publica el Ministerio de Economía, Comercio y Empresa, en su revista de diciembre de 2023, China es uno de los grandes socios comerciales de España fuera de la UE (el tercero a nivel global tras Francia y Alemania). Fue el destino del 2% de las exportaciones… y el origen del 10,4% de las exportaciones.
El saldo comercial es muy deficitario para España: casi 37.000 millones de euros. Los principales productos que importamos desde China son equipos de telecomunicaciones, maquinaria de oficina y ordenadores. En cambio, lo que más exportamos son maquinaria y equipos, alimentos, productos químicos… y automóviles.
Es una relación muy desequilibrada, con un alto déficit para España, que se juega mucho en cada movimiento que haga.
La gran encrucijada europea
El choque por los eléctricos chinos escenifica la encrucijada en la que se encuentra Europa en su relación con China. Por un lado, necesita preservar la competitividad de su industria frente a rivales que considera que juegan con ventaja gracias a los subsidios estatales.
Por otro, teme una escalada proteccionista que dañe sus exportaciones y su acceso al inmenso mercado chino. En el caso del sector automovilístico, la pugna adquiere tintes estratégicos por su condición de motor económico y por su protagonismo en la transición ecológica, una obsesión de la institución.
Pero como recuerdan los expertos, la batalla también tiene ramificaciones en muchos otros frentes. Desde el porcino hasta las renovables, pasando por los semiconductores o las materias primas. En un tablero geoestratégico tan complejo e interconectado, cada movimiento genera sus propias ondas.Y en ese juego de dominó, países como España a menudo se ven pillados entre dos fuegos, obligados a alinearse con sus socios europeos a riesgo de perder mercados vitales para sus exportaciones.
Gestionar esas contradicciones sin renunciar ni a los propios intereses ni al proyecto común será uno de los mayores desafíos de la UE en los próximos años. La partida con China no ha hecho más que empezar.