Es poco probable que en la Superliga se produzcan partidos así, tan trabados y tan sorprendentes. El Real Madrid conquistó el liderato con un cabezazo de Lucas Vázquez en el 92′, en un córner, con diez futbolistas durante media horas por expulsión de Nacho. No fue mejor con once y sí lo fue con diez a un Alavés que no supo qué hacer con su superioridad. Una golpe de autoridad por fútbol, el de esa última media hora, y por coraje, por la capacidad del grupo para responder a las circunstancias adversas.
Saltó el Madrid al verde de Mendizorroza con la opción de irse al parón navideño en el primer puesto, tras el empate del Girona. Y pareció que tenía la intención de liquidar el asunto por la vía rápida. Ni dos minutos se habían cumplido cuando Sivera sacó con las piernas un remate de Fede Valverde a una jugada magnífica, construida desde la medular con pase final de Brahim Díaz. Tan pronto y tan poco. Más allá de un remate lejano de Valverde que puso en apuros al meta alavesista, no hubo mucho más en ataque del equipo blanco en un primer tiempo feote y equilibrado, mérito del conjunto local.
Porque el Alavés demostró que sabía cómo hacer daño al Madrid. Con defensa de cuatro y dos extremos buscando las espaldas de los laterales, Rioja por derecha y Abde por izquierda, el Glorioso buscó jugadas rápidas para incomodar al equipo blanco. Por la zurda llegó la respuesta, con colada de Guevara por el pasillo interior, centro atrás y disparo de Rioja que sacó Fran García, que no defiende tan mal como dicen. Los de Luis García fueron intensos, y fueron creciendo por minutos con la permisividad de Díaz de Mera Escuderos, asombroso en el reparto de faltas. No tiene suerte el Madrid con los últimos arbitrajes, aunque no influyeran en el resultado. Bellingham, Rodrygo, Nacho, Lucas, Brahim… Se fueron perdiendo en protestas al tiempo que se esfumaba el juego.
En favor del Madrid quedó que, con una defensa de emergencia, dejó prácticamente inédito a Samu, un portento como delantero. Sólo remató una vez de cabeza, blandito a las manos de Kepa Arrizabalaga, sin mucho trabajo en su regreso a la portería. Tomará una decisión definitiva Ancelotti sobre la portería después de las Navidades, pero el vasco parece contar con el favor del italiano, más focalizado ayer en las protestas que en otras cuestiones.
El duelo viró poco después de arrancar el segundo acto. Sin control por parte blanca, Nacho persiguió a Samu al centro del campo y le plantó los tacos en el tendón de aquiles. Un entradón durísimo y absurdo, castigado primero con tarjeta amarilla. El VAR enmendó el desaguisado y el capitán blanco se fue a la ducha, dejando al Madrid con diez. Por si fueran pocos los problemas con los centrales. Consciente de que no le gusta jugar de central, Ancelotti metió a Tchouaméni por Luka Modric para cubrir la contingencia. Funcionó. Como si fuera el Alavés quien estaba con diez, el Madrid se quedó con la pelota. Sin llegar con claridad, pero sin sufrir en defensa. Y eso a pesar de los cambios de Luis García, que buscó más profundidad con Hagi y Javi López.
El Madrid fue más y mejor en inferioridad. Con el empuje de Valverde y la precisión de Toni Kroos y Jude Bellingham. Luis García se desesperaba por la facilidad con que entregaba la pelota al rival. Nada que objetar, en cambio, en la presión cuando perdían el balón, asfixiante por momentos. Remató desde la frontal Brahim, agarrado por un rival. Sigan. Y Rodrygo firmó la mejor opción de gol al escaparse por banda izquierda, tumbar a dos rivales con amagos y buscar el tiro al palo alejado, fuera por poco. Fue poco antes de que entrase Joselu para el asalto final. Curioso que, desde el doblete de Berlín, ha jugado dos ratitos. Fenómenos extraños.
No pasaba mucho más que alguna entrada tensa, como la que le costó la amarilla a Bellingham, que fue fuerte abajo. Luis García se desesperaba con cada pérdida de su equipo, como si intuyera lo que estaba por venir. Porque el Madrid se fue arriba, forzó un córner que sirvió Kroos y, mientras los centrales arrastraban a sus pares apareció libre de marca el lateral derecho, como Carvajal en el Pizjuán, para cabecear picado a la red. Un gol demoledor, de los que deciden títulos. Por su importancia estratégica y por lo que transmiten a los rivales. El Madrid puede con todo. Aquí y en la Superliga.