A través de un comunicado, el Obispo de la Tarahumara, Juan Manuel González Sandoval hizo un llamado para que las autoridades de seguridad redoblen los esfuerzos para contener la violencia en Guachochi.
Ello luego del ataque armado que dejó como saldo 7 personas fallecidas y 7 más lesionadas.
A la comunidad de Guachochi y pueblos de la Tarahumara:
Una vez más, nuestra tierra ha sido herida por la violencia. Con profundo dolor nos unimos al clamor de las familias que han perdido a sus seres queridos en los hechos recientes que enlutan a nuestro municipio. La sangre derramada de hijos e hijas de esta tierra nos interpela y nos duele en lo más hondo del corazón.
Como Iglesia que camina con su pueblo, expresamos nuestra solidaridad fraterna con las familias de las víctimas, y acompañamos su sufrimiento con nuestra oración, cercanía y compromiso. Cada vida humana es sagrada y única; ninguna justificación puede amparar la violencia, el odio o la venganza.
Elevamos nuestra voz para repudiar toda forma de violencia que amenaza la paz y la dignidad de nuestras comunidades. No podemos acostumbrarnos a la muerte ni callar ante el dolor que golpea una y otra vez a la Sierra Tarahumara. Nuestro silencio sería
complicidad
A quienes eligen el camino de la delincuencia, les recordamos que la vida de cada persona pertenece a Dios, y que toda acción que siembra muerte destruye no solo a otros, sino también el alma propia y el futuro de nuestros pueblos.
Hacemos un llamado urgente a las autoridades federales, estatales y municipales, así como a las Fuerzas Armadas y cuerpos de seguridad, para que redoblen sus esfuerzos en la protección de la población civil, la búsqueda de la justicia y la reconstrucción de la paz en nuestra región. Es tiempo de trabajar juntos, con decisión, transparencia y respeto a la dignidad humana, para que la violencia no siga arrebatando el derecho a vivir en paz.
Como Diócesis de Tarahumara, reafirmamos nuestro compromiso de seguir construyendo la paz desde la fe, la educación, la cultura y la solidaridad. La verdadera seguridad nace del tejido comunitario, del respeto mutuo y de la esperanza compartida.
Que el Dios de la vida consuele a las familias que lloran, fortalezca a quienes trabajan por la justicia y nos conceda a todos la gracia de ser artesanos de la paz.
Con respeto, cercanía y esperanza cristiana.















