Ciudad de México. Las finales son escenarios de viejas costumbres. Por las calles la escenografía de un partido de futbol reproduce sonidos, imágenes y ofertas de boletos que doblan o triplican su costo original, como en la serie por el título de Liga entre América y Toluca. Los revendedores son dueños de localidades de todos los precios. Si los más accesibles se venden en taquillas en 800 pesos, en sus manos alcanzan un valor de más del doble, de 2 mil 500 a 2 mil 700, según la suerte del aficionado.
“¿En qué zona busca?”, pregunta un comerciante a las afueras del estadio Ciudad de los Deportes, de gorra y con indumentaria del América, a pocos metros de donde una decena de policías vigila la entrada de los seguidores locales. “Tengo de 3800 cerca de las bancas, 3500 para que se anime, ya no los encuentra más baratos”. Los más fanáticos se acercan y negocian una rebaja, especialmente los que llegan en grupo desde otras ciudades y no pretenden volver sin haber visto el encuentro en las gradas.
En plataformas de reventa como StubHub, las entradas establecen una frontera de 17 mil 800 pesos a 67 mil 800 pesos. Como este negocio, otros más tienen lugar en los alrededores de la colonia Nochebuena. Hay banderas, camisetas no oficiales, coronas de Rey en alusión al tricampeonato y estampas de los jugadores caracterizados de forma religiosa: San Luis Malagón, San Henry Martín, San André Jardine. Todo genera el mismo grado de interés entre niños, familias y parejas que arriban con la confianza de otra vuelta olímpica.
Para aquellos que logran su ingreso al recinto, la directiva de las Águilas preparó un mosaico de banderas en el que cada asiento tiene un regalo en color amarillo. El plan es que, al salir el equipo, minutos antes del silbatazo del árbitro, esa muralla americanista se levante entre fuegos artificiales y mande el primer mensaje para ganar el partido de ida.