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Al monarca francés Luis XIV se le conocía como el Rey Sol, así, con mayúscula y toda su pompa absolutista. En puridad ese título le corresponde sin embargo a otra persona, y no es ni el rey sacerdote Cuahtémoc, gran gobernador de los aztecas, ni el emperador egipcio Amenhotep III. Si hay una señora y soberana del Astro Rey —o al menos eso sostiene ella— esa es Ángeles Durán, una gallega que un buen día de 2010 decidió hacer algo que nadie más había hecho en miles de años de historia de la humanidad: salió de su casa de Salvaterra do Miño, en la comarca de Vigo, y se plantó en el despacho de un notario para que levantase acta oficial de que ella, y nadie más que ella, se declaraba la legítima y auténtica dueña del Sol.

Al escucharla el bueno del notario no pudo evitar reírse, pero no le quedó otra que consultar con su colegio profesional y, efectivamente, rubricar un acta de lo que aquella señora decía. Desde entonces la historia de Ángeles Durán ha tomado tintes delirantes, dignos de un buen thriller de corte astro-jurídico-socilité.

Yo, dueña del Sol

Así se ha proclamado Ángeles Durán, una gallega que en 2010 sorprendió al mundo al proclamarse propietaria del Sol. Y no, no hablamos en sentido figurado. La noticia la avanzó en su día La Voz de Galicia, que relataba cómo Durán acudió a un notario de un pueblo vecino, en la comarca de Vigo, para levantar acta de que ella era la legítima dueña del eje del Sistema Solar. Si aquello se convirtió en noticia —y lo hizo, tanto de hecho que saltó a medios extranjeros— no fue tanto por la ocurrencia en sí como por el resultado. Durán abandonó el despacho con un acta con la que luego no dudaba en posar para las cámaras.

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«Soy propietaria del Sol, estrella de tipo espectral G2, que se encuentra en el centro del sistema solar, situada a una distancia media de la Tierra de aproximadamente 149.600.000 kilómetros…», proclama el acta de manifestaciones con el sello del notario. El diario gallego explica que al funcionario le dio la risa al escuchar las pretensiones de Durán, pero aún así consultó con su colegio y acabó dando fe de que aquella mujer que tenía delante se declaraba la legítima poseedora del Sol.

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Desde entonces de Durán se han dicho muchas cosas: que es abogada y psicóloga, que por entonces ejercía de perito judicial e incluso, como publicaba también La Voz de Galicia a finales del año pasado, que reside en el norte de Italia y está volcada en la elaboración de un libro sobre la familia real británica. De lo que no hay duda es de que en su día dedicó tiempo a planear su estrategia para proclamarse dueña del Sol. Sea más o menos acertada, lo innegable es que su solicitud se basaba en una argumentación jurídica que enarboló en su día y sostenía aún en 2019 ante las cámaras de Cuatro.

Remontándose al derecho romano

La gallega se apoyaba básicamente en dos patas: un vacío legal y una figura jurídica que se remonta al derecho romano. La primera se relaciona con el convenio internacional que establece que ningún país puede apropiarse de los planetas. La clave para Durán está en ese matiz: que afecte a los estados no implicaría, sostiene, que se extienda a los particulares.

La segunda clave es la usucapión, que permite hacerse con el derecho real de aquellos elementos de los que se ha disfrutado durante cierto tiempo. Y Durán llevaba décadas beneficiándose a diario de los rayos del Sol. Como las otras casi 8.000 millones de personas que residimos en este ancho planeta, cierto, pero a nadie más se le había ocurrido plantearlo así en una oficina notarial.

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Hecho el resquicio. Al menos eso es lo que pensó Durán. «Yo no he comprado el Sol porque nadie me lo ha vendido. He hecho es una escritura por lo que se llama usucapión», insistía en 2019 durante una entrevista en Cuatro, en la que aseguraba que esa figura puede usarse «por aprehensión electromagnética».

Lo cierto es que Durán no ha sido la primera en hacer algo parecido. Hace décadas un empresario americano, Dennis Hope, aseguró que había encontrado una laguna legal que le permitía reclamar la soberanía de la Luna. Su argumentación era muy similar a la de la gallega: Hope se basó en una antigua ley del XIX, de los pioneros estadounidenses, y en que el Outer Space Treaty no afecta a los particulares.

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Lo más curioso es que el Sol no es la única propiedad que ha reclamado Durán, aunque desde luego sí es la que se lleva la palma en tamaño, implicaciones y repercusión. La gallega ha hecho otras visitas al registro General de la Propiedad Intelectual igual de curiosas. El Mundo y El País se han hecho eco de cómo llegó a registrar el grito de Tarzán o «la partitura más larga del mundo», de 24.000 millones de compases y relacionada con la telefonía.

«Cada vez que marcas un número están sonando notas y nadie las ha registrado», explicaba en 2010: «Si marcas 1, 2, 3, 4, 5, estás haciendo unos compases y todas las combinaciones posibles, todas, las he registrado a mi nombre».

Una parcelita en pleno Sol…

Durán no se conformó con proclamarse dueña del Astro Rey. Decidió ir un paso más allá, trocear la vasta extensión de la estrella y vender parcelas en eBay. El primer día logró comercializar cerca de un centenar de solares estelares. Según explicaba en su día, se ofrecían 10.000 porciones solares, cada una acompañada de su respectivo certificado. Por un euro, cualquiera podía hacerse con un cachito de estrella. Quizás no parezca mucho, pero no está nada mal si se tiene en cuenta que el Sol tiene un diámetro de 1,4 millones de km.

A eBay no le convenció lo de aquel troceo y venta del astro rey y acabó bloqueando la venta. Así lo denunció al menos Durán, que convencida de su argumentario llevó a los tribunales al gigante estadounidense del comercio online y le reclamó 10.000 euros. No hay constancia de si el juez de turno tuvo una reacción similar a la del notario gallego que registró el Sol, pero el caso terminó en el Juzgado de Primera Instancia 5 de Alcobendas. La demanda se admitió a trámite y al menos en julio de 2015 ambas partes no habían llegado a un acuerdo en el acto de conciliación, por lo que estaban abocadas a verse las caras meses después en los tribunales. Excelsior asegura que el tribunal acabó desestimando su caso.

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El culebrón jurídico podría cerrarse ahí, pero la historia de Ángeles Durán y su supuesta propiedad del Sol aún dio para algunos capítulos más. Al relatar su historia en 2010 a La Voz de Galicia la gallega dejaba caer que una de las posibilidades que tenía era la de cobrar una tasa por el aprovechamiento de la energía solar, un canon del que, aseguraba, solo se quedaría el 10%. El resto iría a parar a las arcas públicas y se dedicaría a fines con un enfoque social.

«Si se paga por los ríos, ¿por qué por esto no?», reflexionaba. En 2022 y después de todo el revuelo generado, aseguraba que jamás amagó con cobrar impuestos a los ciudadanos y que el escenario en «el que estaba trabajando» en su día se centraba en las eléctricas. Eso no impidió que se hiciesen eco de su caso medios del tirón de The TelegraphClarínTimeCBS NewsThe Washington Post o Daily Mail.

De nuevo, no es el punto y final del culebrón de Durán. El Sol puede ser enorme, importantísimo, único, clave para el Sistema Solar, pero si se plantea en términos de propiedad es igual que cualquier parcela: implica derechos, pero también responsabilidades. Y es a estas últimas a las que apeló un ciudadano que en 2015 denunció a la gallega por las lesiones que le había provocado el Sol. «Tengo ojos rojos y quemaduras, fui a urgencias, tengo fotos para probarlo. Intentaré llegar a un acuerdo o iré por el juzgado», advertía.

La respuesta de Durán está en sintonía también con la de otras muchas personas en pleitos por responsabilidades de propiedades, aunque en su caso la dimensión fuese bastante muchísimo mayor: la culpa no era suya, sostenía Durán, sino del vecino. «La gente cree que me puede reclamar pero el Sol no es el culpable del cáncer, es la contaminación que destruye la capa de ozono. Por la misma lógica, yo podría pedirles compensaciones por los alimentos que comen», enfatizaba.

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