Hoy es 10 de Febrero de 2025, Chihuahua, MX.

La asombrosa capacidad de las vacas para sobrevivir comiendo únicamente hierba es una de las maravillas de la naturaleza, aunque tiene un precio.

En el momento en el que la hierba fermenta en el rumen —uno de los cuatro compartimentos del estómago del animal— se produce metano de forma natural, un gas de efecto invernadero 28 veces más potente que el CO2, aunque su vida en la atmósfera es más corta. Ese metano se libera a través de los eructos y las flatulencias y, en promedio, una sola vaca puede producir alrededor de 90 kilos de metano al año. El gas también se libera a través del estiércol y la ganadería representa aproximadamente un tercio de las emisiones de metano relacionadas con la actividad humana, que en conjunto son responsables de aproximadamente el 30% del calentamiento global.

Algunas granjas que alimentan vacas en corrales ya utilizan aditivos alimentarios que ayudan a reducir la producción de metano en el estómago de la vaca, pero tienen desventajas, como una eficacia relativa y la necesidad de suministro constante, lo que es difícil si los animales se mueven libremente.

Una vacuna podría ser una alternativa, y el Instituto Pirbright del Reino Unido, un laboratorio de virología centrado en el ganado, está llevando adelante un estudio de tres años para desarrollar una. “El atractivo de una vacuna como parte de la solución es que es una práctica común y muy adoptada, tenemos la infraestructura para hacerlo ya, y la gente conoce los beneficios de la vacunación para la salud animal en general”, dice John Hammond, director de Investigación del Instituto Pirbright.

Hay en marcha una campaña internacional por la vacuna que cuenta con el apoyo de US$ 9,4 millones de dólares del Bezos Earth Fund, la entidad filantrópica del fundador de Amazon contra el cambio climático, y también involucra al Royal Veterinary College del Reino Unido y a AgResearch, un laboratorio de innovación agrícola en Nueva Zelandia.

“La expectativa es que sea familiar, como otras vacunas”, dice Hammond. “En el mejor de los casos, será una vacuna de dosis única que un animal recibiría relativamente temprano en la vida y que seguirá teniendo un efecto, y cuyo objetivo es una reducción del 30% en las emisiones de metano”.

Una vacuna inusual
Según Hammond, los científicos llevan más de una década trabajando en la idea de una “vacuna contra los pedos de vaca” aunque sin resultados tangibles hasta el momento. “Se han hecho inversiones importantes en distintos países para desarrollar esta vacuna inusual, ya que no es necesariamente en beneficio del animal, sino en contra de las emisiones que el animal produce”, afirma. “No existe ningún producto, pero sí literatura científica que sugiere que esto puede funcionar”.

“Para que funcione, la vacuna tendría que producir anticuerpos que se unan a las bacterias del rumen que producen el metano e impedirle hacerlo”.

Sin embargo, añade, desarrollarla es muy complejo, porque no se sabe si los anticuerpos —las proteínas que produce el sistema inmunitario tras recibir una vacuna para atacar a sustancias extrañas— funcionan bien en el rumen.

Otro problema potencial es el bienestar de los animales, y aunque se espera que no haya ningún “efecto” en su salud, dice Hammond, eso todavía debe demostrarse. También podría producirse una reducción de la cantidad de alimento que el rumen puede absorber, lo que significa que el ganado podría necesitar más alimento, lo que aumentaría los costos de los ganaderos.

El objetivo del estudio es responder a estas preguntas y crear una “prueba de concepto” que luego pueda utilizarse para desarrollar un fármaco real. La principal ventaja de una vacuna sería que se le puede administrar a los terneros después del nacimiento, de forma similar a las vacunas contra enfermedades que ya se utilizan, dice Dirk Werling, profesor de Inmunología Molecular en el Royal Veterinary College, que también está trabajando en el proyecto.

“Si somos capaces de identificar un enfoque adecuado para la vacuna, también podría significar que potencialmente podemos vacunar a la vaca madre”, dice Werling. “Esto daría lugar a la producción de anticuerpos transmitidos a través del calostro (la primera leche producida después del parto). Por lo tanto, hay múltiples formas en las que potencialmente podemos utilizar las propias defensas de la vaca, aunque todo eso está por verse”.

La amenaza de la desinformación
Una vacuna contra las emisiones de metano sería “una especie de santo grial”, según Joseph McFadden, profesor asociado de Biología del Ganado Lechero en la Universidad de Cornell, que no está involucrado en el proyecto. Según él, esto es porque una sola dosis reduciría las emisiones de metano de una vaca a largo plazo, lo que la hace más fácil de implementar que otras soluciones.

Sin embargo, agrega, no hay indicios definitivos de que la vacuna sea viable. “Hacer este tipo de trabajo va a llevar algún tiempo y muchos animales; no va a suceder de la noche a la mañana”.

McFadden dice que una vacuna es solo una en un arsenal de posibles soluciones al problema, que actualmente incluyen la cría selectiva, las enzimas, la edición genética de los microbios que emiten el metano y los aditivos alimentarios, que son, con mucho, los más avanzados en este momento.

Pero los aditivos alimentarios no han estado libres de controversia. La evidencia sugiere que alimentar al ganado con algas rojas podría reducir drásticamente el metano, pero existen preocupaciones sobre el ingrediente activo, el bromoformo, que está clasificado como un “probable carcinógeno humano” en EE.UU. Si las vacas comen suficiente puede terminar en la leche, aunque los estudios solo lo han detectado en niveles muy por debajo de los aceptables para los humanos.

“Es emocionante porque se puede lograr una reducción notable, del 80 o 90%, lo que parece genial en el papel, pero también hay una disminución en la ingesta de alimento y algunas preocupaciones con respecto a la salud del animal”, dice McFadden.

A fines de 2024, Bovaer, un aditivo alimenticio a base de nitrato que no contiene bromoformo, estuvo en el centro de una tormenta en las redes sociales en el Reino Unido después de que Arla, una de las empresas lácteas más grandes del país, anunciara que lo probaría en algunas de sus granjas. Aunque Bovaer está aprobado para su uso y se considera seguro para las vacas, se difundió en Internet información errónea sobre posibles residuos tóxicos en la leche y efectos adversos para los animales, lo que llevó a algunos a boicotear la marca. La Agencia de Normas Alimentarias del Reino Unido se vio impulsada a publicar un artículo en el que se afirmaba que “el aditivo es metabolizado por las vacas, por lo que no pasa a la leche”.

Sin embargo, la reacción negativa muestra otro obstáculo potencial para una implementación exitosa de la vacuna: cómo lidiar con la desinformación y la aceptación del consumidor.

“No estamos preparados para eso”, dice McFadden. “Veo inversión en la ciencia para conseguir la tecnología, pero no veo ninguna inversión en pensar en cómo estas cosas, una vez que lleguen al mercado, serán aceptadas por el consumidor”.

Dirk Werling, quien está trabajando en la vacuna, dice que después de 15 años en el campo ha aprendido que algunas personas están dispuestas a escuchar y aprender de los datos y los resultados, mientras que otras no, y el enfoque principal debe ser comunicarse de manera objetiva, escuchar los argumentos y responder adecuadamente.

“Creo que desde la pandemia, cada tema se discute como si fuera blanco o negro, así que, independientemente de lo que encontremos, siempre habrá alguien que nos critique y alguien que nos aplauda”, afirma.

“Al final, si el trabajo que estamos haciendo ayuda a reducir el impacto general sobre el calentamiento global, eso, para mí personalmente, es un trabajo bien hecho”, concluyó.

Con información de CNN

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