Hoy es 11 de Diciembre de 2024, Chihuahua, MX.

La historia está repleta de relatos en islas que nos demuestran que, aunque la naturaleza sea fascinante, dos más dos no son siempre cuatro, y muchas de las especies son tan incompatibles como para hacer desaparecer a otras. Japón, por ejemplo, tiene una historia que funciona como ejemplo perfecto, aunque ahí fuimos los humanos los verdaderos culpables. En otras ocasiones, como la que vamos a contar, el “polizón” entra en la isla de forma inadvertida.

Un ecosistema devastado. En la selva de la isla de Guam, uno de los catorce territorios no incorporados de Estados Unidos, se da una paradoja: hay hasta 40 veces más arañas que las áreas boscosas de las islas cercanas del Pacífico, pero su aparición no se debe al hábitat original del enclave. No, la proliferación de varias especies de arañas se debe a la llegada en la década de 1940 de una criatura inesperada.

De hecho y como veremos, la isla se encuentra atrapada en un ciclo de transformación ecológica, su paisaje se ha vuelto un espectáculo de lo más inquietante, donde la vida silvestre nativa ha sido casi completamente desplazada por invasores voraces: las serpientes arbóreas marrones y esa población desenfrenada de arañas. Unos intrusos que han cambiado drásticamente la fisonomía de Guam, creando un ambiente insólito y alterando su biodiversidad de manera irreversible.

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Un accidente. Contaba a la BBC Haldre Rogers, profesor asociado del Departamento de Conservación de Pesca y Vida Salvaje de Virginia Tech y que lleva 22 años estudiando la ecología del el enclave, una escena que vivió en la isla en una reunión de hace cinco años. Se estaba asando un cerdo en el exterior del recinto cuando de repente llegó un invitado sorpresa. Una forma marrón enroscada alrededor del cerdo, brillante y escamosa, con ojos verticales y una boca ancha. La criatura estaba arrancando trozos de carne del cerdo y tragándolos enteros dentro de su cuerpo.

Aquella “visitante” sorpresa era una serpiente arbórea marrón, un invasor que se cree que fue introducido inadvertidamente en Guam en la década de 1940, posiblemente después de colarse en un barco de carga. Desde entonces, las serpientes han protagonizado un proceso de aniquilación sin precedentes en la fauna de la isla. En tan solo unas pocas décadas, estos depredadores han eliminado casi todas las especies de aves nativas, que no contaban con mecanismos de defensa frente a la llegada de estos reptiles insaciables.

Sin su presencia, los bosques de Guam han perdido no solo sus cantos, sino también una función ecológica vital: la dispersión de semillas, que solía asegurar la regeneración de sus frondosos árboles.

Telarañas. Además, la ausencia de aves ha dado paso a otro fenómeno singular: una explosión de arañas que ha transformado el bosque en un paisaje dominado por redes que se extienden en todas direcciones. Sí, al parecer, las arañas han aprovechado la falta de depredadores, multiplicándose hasta el punto de cubrir la vegetación con extensas y densas telarañas que cuelgan como un velo sobre el bosque.

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En cada claro y en cada rincón del islote, las arañas, especialmente las de la especie Argyrodes, han tejido complejas estructuras comunales, una manifestación visible de la alteración del ecosistema que se desarrolla silenciosamente en Guam.

Una estructura forestal en peligro. La eliminación de las aves, qué duda cabe, ha provocado un cambio en la dinámica de los bosques de la isla. Como decíamos, sin pájaros ni aves que esparzan sus semillas, muchos árboles no logran reproducirse, y la regeneración natural ha comenzado a detenerse hasta un punto de verdadero peligro para el ecosistema.

El suelo, cubierto de hojas secas y frutos que caen sin ser consumidos, evidencia la falta de nuevos brotes que ocuparían los espacios dejados por los árboles caídos. En este siniestro silencio del bosque, la estructura ecológica se va transformando en un reflejo del impacto que es capaz de producir esta invasión de serpientes insólita.

Sin solución. A pesar de los esfuerzos incansables de investigadores por controlar la población de serpientes, desde el uso de cebos envenenados hasta el desarrollo de métodos de escalada «a prueba de serpientes», las medidas han tenido un éxito más bien limitado: hay más de dos millones de estas serpientes.

La serpiente arbórea marrón ha demostrado ser una adversaria formidable: su capacidad de adaptación y su resistencia a los métodos de erradicación han frustrado incluso los proyectos mejor financiados hasta la fecha. Hay alguna excepción, algunas áreas controladas, como la base aérea de Andersen que han logrado limitar su presencia, pero gran parte de la isla permanece bajo el dominio de esta especie invasora que llegó un día de polizón y arrasó con casi todas las especies.

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Futuro incierto. Con un bosque que pierde su diversidad y una red trófica desequilibrada, el futuro de Guam parece encaminarse hacia una transformación irreparable objeto de estudio y debate. Lo que fue una isla con un ecosistema vibrante y equilibrado se ha convertido en un laboratorio natural donde las interacciones entre especies se han desintegrado, y las nuevas dinámicas, controladas por invasores, emergen en su lugar.

En definitiva, el destino de Guam plantea muchas y serias preguntas sobre la fragilidad de los ecosistemas insulares y el impacto duradero de las especies invasoras en estos entornos únicos. Muy a su pesar, Guam se ha convertido en un testimonio sombrío del poder de las fuerzas invasoras para redibujar los límites de la naturaleza, dejando un ecosistema irreconocible, definido por el silencio y una densa maraña de telarañas.

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Sebastián Hernández

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