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Cierra los ojos por un momento y piensa en “camuflaje militar”. Seguramente, la imagen que te habrá venido a la mente es el típico patrón repleto de ocres, verdes y puede que también la gama de grisáceos. Estoy prácticamente seguro de que el rosa no está entre los colores que tu mente maneja como ideales para un camuflaje.

Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial, a alguien se le ocurrió pintar barcos y aviones de rosa. Que funcionara no está muy claro.

Mountbatten Pantone. La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto no tan revolucionario como la Primera Guerra Mundial en términos de evolución tecnológica, pero sí uno en el que su colosal escala obligó a refinar estrategias y emplear tácticas para confundir el enemigo. Muestra de ello fueron operaciones como la del Ejército Fantasma con sus aviones y tanques inflables, así como las grandes líneas de espionaje internacional. Dentro de esas tácticas, el buen uso del camuflaje fue esencial.

En los albores de la guerra, Lord Mountbatten, estadista y oficial de la Marina Real Británica, observó que uno de los barcos de uno de los convoyes que escoltaba “desapareció” de su vista antes que el resto. Este barco estaba pintado de un color grisáceo que jugueteaba con el lavanda. Esta casualidad fue lo que llevó a Mountbatten a convencerse de que era el color ideal para que los nazis no vieran sus barcos en dos momentos del día muy concretos: al amanecer y al atardecer, cuando la silueta y el color gris puede delatarlos.

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La dama rosa. Así, ordenó que un destructor bajo su cargo fuera pintado con un pigmento resultado de la mezcla de un gris y un rojo. Así, sin pruebas ni nada, y a este color se lo bautizó en 1941 como ‘Rosa Mountbatten’. Es una mezcla entre leyenda e historia, ya que no es algo que esté documentado en los registros militares.

Mountbatten Pink

Ese crucero era el HMS Kenya, conocido con el sobrenombre de ‘Pink Lady‘, un barco británico que desempeñó varias tareas durante la guerra, como la búsqueda del acorazado alemán Bismarck, la caza de submarinos o el transporte de diez toneladas de oro de la Unión Soviética a Estados Unidos como parte del pago por préstamos y materiales de guerra. Pero por lo que es célebre es por la historia de cómo evitó, gracias a su camuflaje, un bombardeo nazi.

Debido a ese peculiar color, el tinte del marcador que los alemanes empleaban en sus proyectiles se mimetizaba con el barco, por lo que los observadores alemanes no podían diferenciar entre los impactos de los proyectiles y el casco del buque. Se atribuyó únicamente al camuflaje y esa historia, sumada a las experiencias personales a la hora de perder de vista barcos con ese color, hicieron que el color fuera bien recibido por la tripulación de los navíos de ese color.

Supermarine 365 Spitfire Pr11 An0704753

La RAF. Estados Unidos también experimentó con un tono similar en el USS Winslow y se cuenta que la Armada alemana también probó un rosa claro. Pero, más allá de en los barcos, donde los británicos también quisieron ganar algo de ventaja visual fue en el aire. La Royal Air Force pintó de rosa Mountbatten aviones Spitfire PR Mk XI diseñados para realizar misiones de reconocimiento.

Operaban a una gran altitud y el color sí demostró ser efectivo a la hora de confundir a los observadores enemigos en el amanecer o el atardecer. Especialmente en los Spitfire que se enfocaron en misiones de observación y fotografía. Al estar desarmados, debían confundirse con el entorno lo mejor posible, lo que llevó a los británicos a adaptar ese camuflaje rosa para mezclarse con los colores celestes del amanecer y el atardecer.

Extremadamente acotado. En los aviones, parecía que el color sí daba alguna ventaja adicional, pero en el caso de los barcos, pronto se desechó. Primero, pasaron a pintar sólo la cubierta con ese tono para, después, pasar al gris tradicional. El problema es el que hemos ido comentando: era un color completamente inútil si las condiciones de luz no eran constantes.

Más allá de esconder la silueta al amanecer y al atardecer, el rosa era menos eficaz que el gris en el resto de condiciones lumínicas del día. Al servir sólo en circunstancias muy concretas, no se podía usar de forma generalizada y si no se realizaba bien la mezcla y había más rojo de la cuenta, se conseguía lo contrario: eran más visibles.

Sin más. Así, el camuflaje rosa se fue abandonando en los barcos porque no había pruebas concluyentes (más allá de las personales en algunos casos) de éxito. En los aviones, cuando llegó el radar y los sensores infrarrojos, el camuflaje dejó de tener tanto sentido. Hoy es una anécdota curiosa de una época en la que era esencial tener ventaja sobre el rival. Eso sí, el camuflaje en vehículos se sigue usando y estamos viendo ejemplos de sobra en la guerra de Ucrania.

Y se puede llegar a entender que unos pocos casos de éxito ayudaran a establecer este camuflaje rosa en algunos casos, aunque su aplicación fuera tan limitada.

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