Hoy es 16 de Abril de 2025, Chihuahua, MX.

Europa apostó por el viento. Durante años, los aerogeneradores fueron símbolo de la transición energética en el continente; la punta de lanza de la industria renovable europea. Pero algo se ha torcido. La energía eólica, especialmente la offshore, ha frenado en seco su expansión mientras la solar fotovoltaica crece de forma salvaje, aparentemente imparable.

Una carrera muy desigual. Después de unos años creciendo en paralelo, la solar superó a la eólica en instalaciones a principios de esta década. Desde entonces, ha estado añadiendo entre cuatro y cinco veces más capacidad que la eólica cada año.

La energía eólica era la niña bonita de las renovables: en EEUU, la solar le ha comido todo el terreno en tiempo récord

Son energías complementarias (el viento sopla aunque sea de noche), pero está siendo una carrera desigual. Por no decir una paliza. En 2024, Europa instaló más de 65 GW de capacidad solar fotovoltaica. Al mismo tiempo, amplió su capacidad eólica en 16 GW, menos que el año anterior, pero en la línea de los últimos 20 años.

La industria se ha reunido. 16.000 miembros de la industria se reunieron en Copenhague hace unos días para discutirlo, un nuevo récord de asistentes en la conferencia bienal WindEurope. Gigantes como Orsted pidieron un pacto para la eólica marina: según Bloomberg, la rama más afectada del sector.

Quieren contratos a largo plazo respaldados por los gobiernos que garanticen precios fijos para la electricidad, lo que nos da una clave del problema: muchos proyectos no despegan por la incertidumbre financiera.

Instalaciones de energía eólica (negro) y solar (amarillo) en Europa desde el 2000. Imagen: Bloomberg

¿Electricidad demasiado barata? Europa tiene ya tanta capacidad renovable que, cuando sopla el viento, los aerogeneradores inundan el mercado de electricidad barata, hundiendo los precios (a veces hasta hacerlos negativos), lo que desincentiva nuevas inversiones.

Sin mecanismos para gestionar esa sobreoferta (como el almacenamiento masivo) y con un crecimiento lento de la demanda flexible (como los coches eléctricos y la producción de hidrógeno verde), construir más eólica en ciertos países europeos deja de ser rentable.

No es el único problema. Golpeada por el aumento de precio del acero, la subida de los tipos de interés y la compleja logística para transportar las palas y las torres, la industria eólica ha visto sus costes disparados. Construir parques eólicos, especialmente en el mar, es hoy mucho más caro que hace unos años.

La eólica también está expuesta a mayor burocracia y oposición pública que solar. Los permisos para instalar parques eólicos siguen siendo un vía crucis burocrático en muchas regiones (si no, que se lo digan a Galicia). A lo que se suma la oposición local por el impacto paisajístico, un obstáculo que los paneles solares (aunque también tengan la suya) sortean con mayor facilidad.

Una apisonadora solar. Mientras la eólica lucha contra viento y marea (nunca mejor dicho), la solar fotovoltaica vive su edad de oro gracias, sobre todo, a la producción masiva en China. La sobreoferta tiene consecuencias negativas para las empresas chinas, pero en Europa solo le vemos el lado bueno: los paneles solares son cada vez más baratos, accesibles y eficientes.

También se pueden instalar casi en cualquier sitio: tejados, terrenos baldíos, fachadas… Y su despliegue es mucho más rápido y modular que el de un parque eólico. El autoconsumo y las comunidades energéticas se disparan gracias a estas facilidades, lo que también explica el desacople entre la capacidad solar y la capacidad eólica.

Una tendencia global. En el resto del mundo ocurre tres cuartos de lo mismo. Mientras las instalaciones solares globales crecieron un 34% en 2024, las turbinas eólicas apenas sumaron un 5% de capacidad. Para Europa, que tiene una industria eólica fuerte y objetivos climáticos muy exigentes, es una muy mala noticia.

Aunque la solar crezca más rápido, la eólica suele tener un factor de planta mayor; es decir, produce más energía por megavatio instalado a lo largo del año. Además son fuentes de energía complementarias: el viento suele soplar más fuerte en invierno y por la noche, justo cuando la solar flaquea. Necesitamos las dos para descarbonizar la red de forma estable y segura.

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