A pesar de toda su bravuconería sobre el dominio energético de Estados Unidos y su entusiasmo por la desregulación, los ejecutivos energéticos estadounidenses están empezando a preocuparse por la agenda del Presidente Donald Trump.Sus preocupaciones se colaron en las conversaciones en salas de reuniones de hoteles y durante comidas privadas la semana pasada en Houston, donde los magnates de la industria se reunieron para su conferencia anual más importante.
Seguramente, algunos esperaban que el Presidente les diera un respiro a las compañías de petróleo y gas. Seguramente, la administración no hablaba en serio sobre bajar los precios del petróleo otro 25 por ciento. Seguramente, la agitación de los últimos dos meses pronto pasaría.
Tan pronto como esos destellos de frustración o duda aparecieron, desaparecieron, eclipsados por los elogios a Trump, su gabinete y el objetivo de la Administración de liberar a las compañías energéticas estadounidenses, al menos las que se dedican a producir petróleo, gas natural y energía nuclear.Así de delicada es la situación actual de la industria energética. Las empresas intentan equilibrar la defensa de sus intereses, que a menudo incluyen el libre comercio, con el firme deseo de no ofender al Presidente. La industria del petróleo y el gas gastó más de 75 millones de dólares para elegir a Trump.
Información tomada de Agencia Reforma