Rusia acusó este domingo a Ucrania de haber atacado la central atómica de Zaporiyia con un dron y Kiev atribuyó a Moscú haber provocado un incendio para culparla, mientras los observadores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica escucharon detonaciones en la madrugada y vieron una columna de humo negro encima de la planta, sin que hayan podido verificar qué sucedió en realidad.
“Como resultado del bombardeo de la ciudad de Energodar por parte del ejército de Ucrania se produjo un incendio en una instalación del sistema de refrigeración de la central nuclear de Zaporiyia”, informó el domingo por la noche Eduard Balitsky, gobernante de la parte de esa región que Rusia considera suya.
Agregó: “Actualmente, todos los seis bloques de potencia se encuentran en modo de parada en frío, no hay peligro de explosión de vapor y otras consecuencias. La radiación alrededor de la central nuclear y la ciudad de Energodar no supera la norma”.
El presidente de Ucrania, Volodymir Zelensky, deslindó a su país del ataque y señaló que la administración rusa de la planta atómica provocó un incendio, en tanto el jefe de la administración ucrania de Nikopol, Yevgeny Yevtushenko, afirmó: “De acuerdo con información extraoficial, recibida de nuestras fuentes en el otro lado del río, los rusos quemaron gran cantidad de neumáticos en una de las salas de refrigeración de la central atmómica de Zaporiyia”.
Los funcionarios ucranios dan a entender que Rusia, al responsabilizar a Ucrania del ataque a la planta atómica, busca distraer la atención de los combates en la región rusa de Kursk.
Salvo este incidente no hubo este fin de semana grandes modificaciones en la tónica de lo que está pasando en Kursk durante ya casi una semana. Queda claro que el conflicto armado entre Moscú y Kiev tiene ya un nuevo frente y, algo inconcebible hasta hace poco, ese escenario bélico está en el territorio internacionalmente reconocido de Rusia.
Tanto el sábado como el domingo anteriores, tanto los rusos, sin ser ese su propósito, como los ucranios, por el contrario interesados en que se sepa, confirmaron este domingo que los combates continúan por sexto día consecutivo.
El ministerio de Defensa ruso siguió reportando, como hace a diario, haber podido “frustrar el intento de avanzar” en tal o cual sitio de Kursk, cada vez más alejado de la frontera común, al tiempo que el presidente Zelensky continuó sin referirse explícitamente al lugar de la operación, barajando todo tipo de metáforas como que su ejército “da muestras de desplazar la guerra al suelo del enemigo” (el sábado) o distribuyendo una foto del comandante en jefe de su ejército, Oleksandr Syrskyi, viendo un mapa y con el escueto pie de “La operación continúa” (el domingo).
Ucrania cree que, de ese modo, no da motivos formales para que el Kremlin lo acuse de ser el segundo país desde la Segunda Guerra Mundial cuyas tropas invadieron el territorio ruso (la primera vez ocurrió en 1969 cuando soldados chinos intentaron ocupar la isla fronteriza de Damansky, Zhenbao para China).
Rusia, cuyo presidente Vladimir Putin calificó de “provocación de gran escala” lo que comenzó el 6 de agosto y, en esa lógica, debió de haber acabado al día siguiente, prefiere advertir a través de sus voceros que “la respuesta rusa será contundente y no se hará esperar”.
Los blogueros-Z, periodistas y analistas rusos que apoyan la “operación militar especial”, sostienen que la situación “no es crítica, pero sigue siendo complicada” y varios muestran preocupación por el hecho de que aún no han entrado todas las brigadas ucranias (cada una de 4 a 5 mil combatientes) que mantiene en la frontera.
Algunos responsabilizan al general Valeri Guerasimov, jefe del Estado Mayor del ejército y comandante en jefe de la campaña en Ucrania, de no tomar en cuenta las advertencias de la inteligencia rusa de que se estaba preparando el ataque ucranio y de no avisar al Kremlin, pero no queda claro si las filtraciones a los bloqueros-Z buscan exonerar a los responsables de obtener los secretos de los planes ucranios o son un intento de los adversarios de Guerasimov al interior de la dependencia castrense de atribuirle una pifia más.
No obstante, llamó la atención que Putin no le haya encargado a Guerasimov coordinar el “régimen de operación antiterrorista” en Kursk, Belgorod y Briansk, regiones colindantes con Ucrania, sino que formalmente impuso la medida el Comité Nacional Antiterrorista de Rusia, que encabeza Aleksandr Bortnikov, director del FSB (siglas en ruso del Servicio Federal de Seguridad).
Este régimen permite reforzar la protección de instalaciones clave como la central atómica de Kursk, restringir los movimientos de la población, confiscar vehículos e intervenir llamadas telefónicas, entre otros recursos para “garantizar la seguridad de los ciudadanos y mantener el orden público” ante lo que llamó “intento sin precedentes de desestabilizar la situación en varias regiones” de Rusia por parte de los “servicios de espionaje ucranios”.
Continuó el éxodo de la población civil en las regiones rusas fronterizas con Ucrania, pero sobre todo en Kursk. A las 76 mil personas, reconocidas el sábado por las autoridades rusas como evacuadas de Kursk en autobuses proporcionados por los municipios y en automóviles por su cuenta, se sumaron este domingo 8 mil 500 habitantes que tuvieron que abandonar sus hogares en la zona de combates.
Y en la frontera de Ucrania pero con Bielorrusia volvió la tensión. Aleksandr Lukashenko, presidente bielorruso, ordenó el sábado a su ejército reforzar su presencia en el sur de ese país aliado de Rusia, tras acusar a Kiev de violar su espacio aéreo con drones, que dijo haber derribado.
Con información de La Jornada