Cuatro nominaciones al Oscar, trabajar con Iñárritu, Ang Lee, Scorsese, Gerwig y Taylor Swift, Rodrigo Prieto se sienta por primera vez en la silla de director.
El cinefotógrafo mexicano, Rodrigo Prieto, después de trabajar bajo la dirección de Alejandro González Iñárritu, Ang Lee, Martín Scorsese o Greta Gerwig; ostentar cuatro nominaciones a los Premios Oscar y colaborar en los videos musicales de Taylor Swift, se sienta por primera vez en la silla de dirección en un largometraje.
Hay dos ideas más o menos generalizadas cuando hablamos de Pedro Páramos: todos lo leímos en preparatoria y casi el mismo número de personas no lo entendimos. Fueron necesarios varios retornos de lector para hilar lo que Juan Rulfo dejó regado por las poco menos de 200 páginas que componen una de las obras más importantes de las letras en español y el emblema literario de México.
Esa sensación nos acerca un poco a quien, casi 70 años después de su publicación, se aventuró en llevarla una vez más al lenguaje audiovisual. “No entendí, pero me quedé muy impactado, en particular, con los momentos surrealistas, esta cuestión entre la vida y la muerte y el misterio de México, las noches en el campo estas cosas me fascinaron y me quedé medio picado pero en realidad creo que por suerte no me clavé en tratar de comprender”, dice Rodrigo Prieto.
Para tal debut, Prieto recurrió a una de las novelas -junto a Los recuerdos del porvenir de Elena Garro- emblema del realismo mágico mexicano, un texto que se ha calificado como infilmable y del que sus intentos anteriores no han salido bien librados de la crítica. “Cuando empecé el proceso me decían que no lo hiciera, que cómo me atrevía, que era un riesgo muy grande. Yo tomé la decisión simplemente porque me daba mucha curiosidad adentrarme en el mundo de Rulfo, por la fascinación que ya tenía y me dieron ganas de explorar un poco más a fondo qué hay en la novela mío”.
No hay nada más garantizado que la polémica, siempre que una película o proyecto audiovisual tiene como punto de partida una novela emblemática. El peso cultural de Pedro Páramo en México es colosal. Eso, por supuesto, despertó en Prieto la duda si lo que estaba haciendo era lo correcto. Las ideas daban vueltas en su cabeza mientras, al mismo tiempo, filmaba en Londres Barbie, de Greta Gerwig y escribía el guión de Páramo junto al ganador del Goya por el texto de Mar adentro, Mateo Gil. Cuando la cabeza se enfrió, llegó la conclusión: “ la novela, ahí está y seguirá estando, no quiero reemplazarla y decir ahora esto es Pedro Pablo, no. Esto es mi Pedro Páramo, la visión que construimos en equipo”.
Cuando Rodrigo Prieto dice equipo se refiere, por supuesto al elenco, encabezado por Tenoch Huerta, Manuel García-Rulfo, Ilse Salas, Mayra Batalla, Noé Hernández y Dolores Heredía, pero también a los creativos detrás como Nico Aguilar con quien comparte el crédito de fotografía, Anna Terrazas en el vestuario y Carlos Y. Jacques a cargo del diseño de producción.
Pedro Páramo se sitúa en la Guerra Cristera, ese conflicto civil posterior a la Revolución Mexicana en un lugar ficticio llamado Comala que, supuestamente, se ubica en la zona de los Altos de Jalisco. Es ahí que tanto el vestuario como los escenarios eran fundamentales para el desarrollo de la historia. En ambos casos, la investigación fue precisa y meticulosa.
Anna Terrazas, una de las vestuaristas más reconocidas de la industria en nuestro país ganadora de un Ariel, ha sido testigo de cómo los personajes de una historia terminan de cobrar vida en el fitting. “En ese proyecto en específico fue bellísimo, creo que nadie se esperaba ver lo que estábamos creando”. Su afirmación está relacionada con que ninguna de las prendas que vemos en pantalla fue comprada en tiendas convencionales. Cada pieza de vestuario fue hecha específicamente para cumplir su función dentro de la historia. Para ello, el trabajo con los artesanos mexicanos fue crucial.
Rebozos de Tenancingo, todos los huaraches en Colima, los gabanes de Tlaxcala, con los charros de la Ciudad de México se trabajaron las aplicaciones de los trajes y el trabajo a mano dentro de nuestro equipo en el taller: de costureras, sastres, zapateros… “Somos un país tan lleno de una cultura y riqueza artesanal”.
De la mano del departamento de arte, se sentaron y de la mano del texto fueron creando un aspecto visual y de color para los personajes. Cuando Pedro Páramo es un niño, dice Anna, hay humedad y los colores son claros, verdes y conforme van creciendo se van apagando; ese deterioro se debe ver en los colores. Ahí entra en escena también el trabajo de Carlos Y. Jacks, también una celebridad en ese departamento.
Para Jacks, todo el proceso de producción fue “hacer una película sin hacerla. Desarrollamos muchas ideas, muchos conceptos; tuvimos la oportunidad de explorar muchas locaciones en México en distintos lugares en la búsqueda, de este Comala utópico”. La cinta se filmó entre la Ciudad de México y el estado de San Luis Potosí, el cual ofrece una riqueza y diversidad que les permitía explorar diversas locaciones.
Carlos y su equipo aterrizaron los escenarios en maquetas virtuales a las cuales Rodrigo Prieto y Nico Aguilar podían meterse y estudiarlas y hacer sus planteamientos de luz y cámara.
Cuando esas maquetas se volvieron realidad fue que las dudas en Rodrigo Prieto sobre el proyecto se disiparon. Sucedió cuando filmaron en los emblemáticos Estudios Churubusco la escena en la que Eduviges abre la puerta y ve a Miguel Páramo. Todas las escenas, relata Rodrigo, ya las ensayaron con anterioridad. Nada en el set. “Las actuaciones son muy buenas que me acuerdo que en ese momento dije “tenemos película, por lo menos sé que hay una escena que es potente y conmovedora. Eso me dio energía para el resto”.
Desde que era niño y realizaba sus proyectos de animación a manera de juego, la idea de dirigir le ha acompañado. Con más de 30 años de carrera, fotografía Brokeback Mountain de Ang Lee -donde también hace un cameo como actor-, The wolf of Wall Street, Silence y The Irishman, de Martin Scorsese; proyectos por los que lo nominaron al Oscar y, recientemente fue el responsable del “rosa mexicano” en Barbie.
¿Hay robos, préstamos u homenajes a los directores con los que has trabajado?, se le pregunta, “Sí, sin duda. No conscientemente, pero no tengo la menor duda que muchas de las cosas que he aprendido con los directores que he trabajado, están ahí”.