Los telescopios son para el verano. La época estival es una de las mejores para explorar el espacio desde la superficie de la Tierra. Pero si no tenemos con nosotros un telescopio no pasa nada, hay numerosos elementos que podemos ver a simple vista. Incluso algo tan etéreo como la Vía Láctea.
Mirando el calendario. No es fácil ver en la bóveda celeste el sendero blanquecino que da nombre a nuestra galaxia. Para que podamos ver este difuso elemento debe darse una serie de circunstancias relativas a la posición de nuestro planeta, a la nubosidad y a la luminosidad.
Por suerte, durante los próximos meses tendremos varias ventanas que reúnan un mínimo de condiciones dejando solo dos variables como incógnitas: la meteorología y nuestra ubicación.
Primero: el verano astronómico. El cielo nocturno cambia según la estación del año. Aunque una fracción permanece aparentemente inmóvil (alrededor de la Estrella del Norte o Polaris en el caso de nuestro hemisferio), el resto de constelaciones aparece y desaparece de la bóveda celeste según nuestro planeta orbita alrededor del Sol.
En el caso de la Vía Láctea, si nos encontramos en el hemisferio norte la época del año en la que es más visible es entre los meses de febrero y octubre, aunque las fechas dependen de nuestra latitud.
La luz: enemiga de los astrónomos. La contaminación lumínica es uno de los problemas con los que tienen que lidiar astrónomos profesionales y aficionados. Por suerte los cielos oscuros no nos quedan lejos. La “España vaciada” convierte el problema de la despoblación en una virtud, un menor grado de contaminación lumínica (y hasta sonora). Por eso, nuestra ubicación cuenta mucho.
Pero no son solo las luces artificiales las causantes de este problema. Desplazarnos de la ciudad al campo no nos otorgará automáticamente el contraste necesario para ver la Vía Láctea y otros fenómenos difíciles de captar por nuestro ojo como las lluvias de estrellas.
Fases lunares. Si queremos poder apreciar nuestra galaxia brillar debemos evitar que la Luna nos ilumine en exceso. Aunque no nos demos cuenta, el reflejo de la luz solar en nuestro satélite es suficiente para hacer que nuestros ojos no lleguen a percibir la tenue luz de nuestra galaxia.
Es por eso que los mejores días para ver la Vía Láctea sean aquellos de Luna nueva o aquellos cercanos a este punto de la fase lunar. Según explican desde el medio Live Science, los 10 días que rodean este punto son los mejores.
En base a ello, este año los mejores días para la observación de la galaxia serían: entre hoy y el día 8 de julio; del 28 de julio al 7 de agosto; del 26 de agosto al 6 de septiembre; y del 24 de septiembre al 5 de octubre.
El verano meteorológico también ayuda. Como introducíamos antes, solo dos factores quedan por determinar: nuestra posición (lo más alejada posible de la contaminación lumínica) y la meteorología. El verano es una época propicia para la observación del firmamento en parte debido a la meteorología.
El tiempo anticiclónico nos suele dejar cielos despejados, condición indispensable si queremos disfrutar de las estrellas. El tiempo cálido también nos ayuda, facilitándonos eso de pasar las noches al raso, o al menos una parte de ellas.
Aún así no debemos confiarnos, una tormenta veraniega bien puede estropearnos el plan. Consultar la información meteorológica puede ayudarnos a no llevarnos un chasco al toparnos con un cielo encapotado o darnos cuenta de que la noche puede ser más fría de lo que esperábamos.