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Estados Unidos y la Unión Europea (UE) han desplegado un vasto conjunto de sanciones contra Rusia desde la invasión de Ucrania. Las medidas, que se suman a las impuestas en el pasado tras la anexión de Crimea, buscan evitar que el Kremlin pueda acceder a ciertos componentes avanzados capaces de impulsar su capacidad bélica en medio de la guerra.

Los efectos de las sanciones, sin embargo, parecen estar lejos de lo esperado. El país liderado por Vladímir Putin sigue accediendo a un amplio abanico de tecnologías que teóricamente no deberían estar a su alcance. Si hablamos de semiconductores, basándonos en datos de Bloomberg, las cifras de importación por parte de Rusia son sorprendentes.

Rusia sigue importando una enorme cantidad de chips

El servicio de aduanas ruso, según el mencionado medio estadounidense, ha contabilizado importaciones de chips por 1.700 millones de dólares en los primeros nueve meses del 2023. Al desglosar los datos nos encontramos con que 1.200 millones de dólares están asociados a componentes provenientes de veinte empresas, muchas de ellas muy conocidas.

Los productos de las norteamericanas Intel y AMD, así como las europeas Infineon Technologies AG, STMicroelectronics NV y NXP Semiconductors NV, están entre los más mencionados por los documentos de aduanas. También aparecen en escena, aunque en menor medida, nombres como Realtek Semiconductor de Taiwán y fabricantes chinos.

En 2021, antes de que estallara el reciente conflicto entre Moscú y Kyiv, Rusia importó semiconductores por 1.800 millones de dólares. En 2022, el año que inició la guerra, la cifra de importación escaló hasta los 2.500 millones de dólares. Ahora, como podemos ver, en los primeros nueve meses de 2023 se registraron importaciones por 1.700 millones de dólares.

La gran pregunta frente a esta realidad es cómo está haciendo Rusia para mantener tan elevados niveles de importación en medio de las sanciones. En principio, no hay evidencia que respalde que las principales empresas tecnológicas estén violando las restricciones comerciales, algo que, en caso de producirse, podría traerles complicadas consecuencias.

Todo parece indicar que el Gobierno de Vladímir Putin está apoyándose en otros países como China, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos para acceder de manera indirecta a las tecnologías prohibidas. En muchos casos, recordemos, se trata de componentes de doble uso, es decir, que no fueron fabricados originalmente para ser utilizados para fines bélicos.

Muchos semiconductores que son diseñados para ordenadores o electrodomésticos pueden acabar siendo vitales para hacer funcionar drones o sistemas de misiles. Esto dificulta enormemente la capacidad que tienen los países de la alianza liderada por Estados Unidos para evitar que ciertas tecnologías acaben en el armamento ruso utilizado en la guerra.

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