Lo que comenzó con una frase de Japón ha llevado a China a recordar un escenario inquietante: el de la Segunda Guerra Mundial

China ha acompañado su despliegue marítimo con una campaña diplomática que revive episodios de la guerra del siglo pasado

La tensión política que viven China y Japón ha sumado un nuevo capítulo: la reciente confrontación entre embarcaciones de ambas naciones cerca de las islas Senkaku/Diaoyu evidencia hasta qué punto el equilibrio en el Este de Asia ha entrado en una fase de fricción constante. China ha sacado una “carta diplomática” inédita hasta ahora: la de la Segunda Guerra Mundial. 

Escalada marítima. El incidente, presentado de forma opuesta por las guardias costeras de ambos países, no es un episodio aislado, sino la expresión visible de una disputa histórica que se ha intensificado por factores estratégicos más amplios: el ascenso militar chino, la creciente inquietud japonesa por la seguridad de Taiwán y la presión sistémica que China ejerce en la región. 

En un espacio de apenas un puñado de islotes deshabitados se condensa una década de incremento del patrullaje chino, un aumento de la presencia japonesa y un clima de sospecha alimentado ahora por el tono más explícito del nuevo liderazgo de Tokio. La reacción china, que insiste en que su presencia en la zona es una forma de “hacer valer sus derechos”, se combina con un mensaje interno de firmeza ante un Japón que, desde la óptica de Pekín, está rebasando líneas rojas.

Solo se la comen los gallegos, pero es una verdura que le da mil vueltas a las espinacas y acelgas (y está en temporada)

La ofensiva diplomática china. Como decíamos al inicio, Pekín ha acompañado su despliegue marítimo con una campaña diplomática que revive episodios de la Segunda Guerra Mundial como herramienta de presión política. Las apelaciones de China a Reino Unido, Francia y Estados Unidos para que se alineen contra Japón revelan un cambio táctico: transformar una disputa territorial y estratégica en una batalla narrativa que sitúe a Tokio como un actor que “revierte la historia” y amenaza la estabilidad regional.

Recordaban en el NYT que las referencias apuntan a reavivar sensibilidades europeas que condenaron el expansionismo japonés hace ocho décadas, pero ahora se emplean para tratar de desacreditar a un Japón que ha verbalizado, de forma poco habitual, que un ataque chino a Taiwán podría obligarle a actuar militarmente. La respuesta china (boicots turísticos, cancelación de importaciones, señalamiento público de políticos japoneses) combina presión económica con retórica nacionalista, un patrón que Pekín ha utilizado antes, aunque raras veces con esta intensidad. No solo eso, la campaña también apunta a frenar cualquier acercamiento europeo a Taiwán, especialmente tras gestos políticos recientes en Bruselas y Berlín que Pekín percibe como una normalización del apoyo europeo a la isla.

Senkaku Islands By Al Jazeera English 3Senkaku

Japón rompe el silencio. Lo explicamos la semana pasada. Las palabras de Sanae Takaichi sobre la posibilidad de que un ataque o bloqueo chino a Taiwán suponga una amenaza directa a la supervivencia japonesa han tenido un efecto inmediato: han revelado públicamente una línea doctrinal que llevaba años consolidándose de forma silenciosa. Japón siempre entendió que su destino estaba entrelazado con la estabilidad del estrecho de Taiwán, sin embargo, la claridad con la que la primera ministra articuló esta posición marcó un punto de inflexión. 

La reacción china (acusaciones de militarismo, amenazas veladas, presiones económicas y un incremento de las actividades de su guardia costera) refleja el temor de Pekín a que la relación entre Tokio y Washington cristalice en un bloque político y militar dispuesto a responder de forma coordinada a una escalada china. Si se quiere también, la ansiedad se agrava a medida que se acerca el ciclo político taiwanés de 2028: si el Partido Democrático Progresista encadena otro mandato, la posibilidad de una identidad taiwanesa más firme y un rechazo sostenido a la unificación encenderían todas las alarmas en Pekín. Por ello, cualquier signo de que Japón ya no se mantendrá en la ambigüedad estratégica altera el cálculo chino.

Tensión y riesgo. La suma de estos acontecimientos construye un escenario en el que cada movimiento parece tener múltiples capas de significado. La presión china sobre Taiwán ya no es solo militar o económica, está acompañada por campañas de desinformación, maniobras navales y un uso calculado del nacionalismo interno

Plus: la respuesta japonesa, al hacer explícito que la seguridad de Taiwán es también seguridad propia, devuelve a Pekín un dilema más profundo. Admitir que su presión puede provocar justo aquello que quiere evitar, es decir, la consolidación de una coalición internacional dispuesta a considerarse parte interesada en el futuro de la isla. 

Incertidumbre. Este fenómeno genera un terreno especialmente volátil, porque cualquier acto de China en torno a Taiwán (un bloqueo parcial, nuevas restricciones comerciales, un incremento de ejercicios militares) podría ser interpretado por Tokio y Washington como un preludio de coerción agravada. 

La narrativa china, al invocar heridas históricas, aumenta el riesgo de que la opinión pública interna limite la capacidad del liderazgo chino para recular sin aparentar debilidad.

Punto crítico. En definitiva, la combinación de hostilidad en el mar, presión diplomática en Europa, demostraciones de fuerza alrededor de Taiwán y la decisión de Japón de hablar con claridad compone un momento decisivo para el equilibrio estratégico del Indo-Pacífico. Si Japón y Estados Unidos mantienen su postura firme, China tendrá que sopesar el coste de una escalada que podría desembocar en un enfrentamiento que escapa a su control. 

Si, por el contrario, alguno de los dos actores retrocede, Pekín interpretará que la presión funciona y, posiblemente, aumentará su presión contra la isla, reforzando la idea de que la inacción internacional abre espacio a una resolución unilateral del conflicto.

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