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El mundo en el que vivimos es el resultado en gran medida de los conflictos que marcaron el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. El eco de esas más de cinco décadas resuena actualmente desde un punto de vista geoestratégico, social y económico, pero, sobre todo, perdura si nos ceñimos a la tecnología y la ciencia. Y es que estas dos disciplinas experimentaron un desarrollo monumental durante este reciente periodo histórico.

Lo que sucedió con los semiconductores durante la Segunda Guerra Mundial ilustra a las mil maravillas el impacto que tienen los conflictos entre las grandes potencias en el desarrollo de la tecnología. «La bomba atómica puede haber terminado la guerra, pero el radar ganó la guerra». Ignacio Mártil ha elegido esta cita de Lee Alvin DuBridge, el director del Laboratorio de Radiación del MIT entre 1940 y 1946, para anticiparnos en las primeras páginas de su libro, ‘El radar en la historia del siglo XX’, el rol crucial de este ingenio en la resolución de esta guerra.

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Sin embargo, y aquí llega lo realmente revelador, fue el paso de las válvulas termoiónicas a los transistores lo que permitió a los científicos británicos y estadounidenses refinar las prestaciones de su radar lo necesario para aventajar de una forma significativa al dispositivo del mismo tipo que tenía la Alemania nazi. A partir de ese momento los semiconductores se lanzaron a una carrera vertiginosa cuya meta aún parece estar lejos. Hace ocho décadas marcaron una gran diferencia y hoy dan forma a una industria estratégica que las grandes potencias están dispuestas a defender a cualquier precio.

La tensión entre las grandes potencias fomenta el desarrollo técnico y científico

La tecnología vinculada a los circuitos integrados no fue en absoluto la única que experimentó un avance vertiginoso durante la Segunda Guerra Mundial y las décadas posteriores. Los ordenadores, las telecomunicaciones, la aeronáutica o la física nuclear son algunas de las disciplinas tecnológicas y científicas que más se desarrollaron durante la Guerra Fría.

La pugna que mantuvieron EEUU y la Unión Soviética desde que acabó la Segunda Guerra Mundial en 1945 hasta la disolución de la URSS en 1991 propició que ambos países dedicasen buena parte de sus recursos al desarrollo de sus capacidades tecnológica, científica y militar. Su estrategia fue muy similar a la que han adoptado actualmente las grandes potencias con EEUU, China y Rusia a la cabeza.

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El corresponsal de guerra estadounidense H. D. S. Greenway fecha el inicio de la Segunda Guerra Fría el 4 de febrero de 2022

La relación que sostienen Occidente y Rusia cambió radicalmente después de que el país liderado por Vladímir Putin se anexionase la península de Crimea en 2014. La intervención militar de Rusia en Siria y la mucho más reciente y aún en curso guerra de Ucrania no han hecho otra cosa que acrecentar el abismo que separa a Rusia de la alianza occidental liderada por EEUU. Después de la anexión de Crimea no existía un consenso acerca de si se había iniciado o no una nueva guerra fría, pero hoy, apenas una década después, es razonable aceptar que estamos sumidos en una Nueva Guerra Fría, o una Segunda Guerra Fría, en la que EEUU y Europa a un lado, y China y Rusia en el otro, disputan el control del orden mundial.

Algunos analistas, como John Sawers, exjefe del MI6, o Igor Zevelev, miembro del Centro Wilson, defienden que el momento actual es incluso más peligroso e impredecible que la Guerra Fría. De lo que no cabe duda es de que estamos viviendo una etapa extremadamente convulsa en la que la inestabilidad global campa a sus anchas. El corresponsal de guerra estadounidense Hugh David Scott Greenway, que trabaja para The Washington Post, Time Life y The Boston Globe, fecha el inicio de la Segunda Guerra Fría el 4 de febrero de 2022 debido a que fue el día en el que Vladímir Putin y Xi Jinping hicieron una declaración conjunta para formalizar la alianza de sus dos naciones.

Si nos ceñimos a la ciencia y la tecnología, que es lo que más nos interesa en Xataka, podemos observar que existe un paralelismo muy evidente entre el desarrollo vertiginoso que experimentaron las disciplinas que EEUU y la Unión Soviética consideraban estratégicas durante la Guerra Fría y lo que estamos presenciando hoy. Los semiconductores condicionan profundamente el desarrollo tecnológico, científico y militar de las grandes potencias, y EEUU, China y Rusia están decididas a imponerse en este ámbito les cueste lo que les cueste.

Los semiconductores condicionan profundamente el desarrollo tecnológico, científico y militar de las grandes potencias

No obstante, hay otras áreas que tienen un rol estratégico no solo para estos tres países, sino también para Europa, Japón, Corea del Sur o India, entre otros estados o coaliciones que también postulan para no quedarse descolgados. La inteligencia artificiallas comunicaciones cuánticas y los ordenadores cuánticos están recibiendo un respaldo económico procedente de las instituciones públicas de algunos de estos países sin precedentes, lo que nos invita a prever que durante los próximos años van a experimentar un desarrollo que difícilmente ahora podemos intuir.

A finales de julio de 2022 el Congreso estadounidense aprobó la asignación de nada menos que 280.000 millones de dólares al desarrollo científico y tecnológico del país. Por otro lado, la directiva europea ‘Chips Act’ movilizará 43.000 millones de euros para poner al Viejo Continente en el mapa mundial de los circuitos integrados.

China quiere inyectar 41.000 millones de dólares en sus fabricantes de equipos litográficos para desarrollar sus propias máquinas de ultravioleta extremo (UVE). Y Rusia va a invertir 38.000 millones de dólares durante los próximos seis años para reforzar su industria de los chips. Estas son solo algunas de las partidas económicas destinadas al desarrollo de la ciencia y la tecnología que manejan las grandes potencias, pero ilustran con claridad de qué estamos hablando.

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