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Te puede gustar más o menos Ikea, pero no creo que existan muchas dudas sobre el éxito que ha tenido la compañía a lo largo de su historia. Una figura resultó clave en su ascenso. Su fundador, Ingvar Kamprad, fue un hombre distinto a su tiempo. El empresario murió con miles de millones de dólares en su cuenta y, sin embargo, la clave que le llevó al éxito y que siguió a rajatabla durante toda su vida era de lo más sencilla. Una pista: jamás gastar más de la cuenta.

Ingvar Kamprad antes de Ikea. Cuando te imaginas al tipo que levantó el imperio de Ikea, puedes pensar en alguien que vivió una vida de ensueño que muy pocos pueden alcanzar. Sin embargo, si la compañía es hoy lo que es, en parte se debe a que Kamprad era todo lo contrario a esos estereotipos. A pesar de su riqueza, era conocido por sus hábitos de lo más frugales.

Nacido en Suecia en 1926, sus inicios como “empresario” comenzaron muy pronto. A los cinco años vendía cerillas, y con diez se dedicaba a vender bicis, pescado o incluso adornos de navidad a sus vecinos. A los 17 años creó Ikea con el dinero que le dio su padre por las buenas notas. Por supuesto, no vendía muebles entonces, tan solo pequeños utensilios para la casa.

Ikea se hace mayor. Ocurrió en 1956, cuando Kamprad revoluciona el mercado y la propia industria del mueble con la introducción de las cajas planas con muebles para montar en casa. Sí, así comenzaba una forma de vender el producto que se ha mantenido hasta hoy y que reducía los costes de la compañía a cambio de que el consumidor hiciera la otra parte del trabajo: montar los muebles.

El fundador logró tal éxito que se convirtió en uno de los hombres más ricos del planeta. De hecho, cuando murió en 2018 era el octavo en la lista mundial y contaba con un patrimonio neto estimado de 58 mil millones de dólares. Sin embargo, si te lo hubieras encontrado en vida, no hubieras pensado que estabas ante un multimillonario.

El truco de vida de Kamprad. Hablar del secreto del éxito de una empresa como Ikea en un artículo es poco menos que un acto de fe. Seguramente se entienda mejor en un libro y de forma más reposada, pero sí podemos entender algunas claves a través de la figura de su fundador. Y es que Kamprad insistía en una: ahorrar, y llevaba esa máxima cada día de su vida. «Todo lo que ganamos lo necesitamos como reserva», decía.

Por ejemplo, el hombre era conocido por volar en clase turista, quedarse en hoteles económicos o conducir un Volvo 240 GL del 93 que le duró 20 años. De hecho, solo lo dejó cuando le convencieron de que era peligroso. Kamprad contaba que ser prudente con el dinero lo aprendió en la pequeña ciudad del sur de Suecia donde creció: «está en la naturaleza de Smaland ser ahorrativos». Ejemplo de ello ocurrió en 2014, cuando regresó a Suecia después de 40 años de exilio fiscal con ropa “comprada únicamente en mercadillos”.

La anécdota del corte de pelo. En el año 2008, The guardian contaba una escena que decía mucho la personalidad del empresario. Al parecer, después de pagar alrededor 22 euros por un corte de pelo en los Países Bajos, dijo que el precio era demasiado alto para su presupuesto habitual para cortes de pelo, “Normalmente intento cortarme el pelo cuando estoy en un país en desarrollo. La última vez fue en Vietnam”, llegó a decir.

La filosofía de vida, a la empresa. Esos hábitos no sólo representaron el principio de la filosofía personal de Kamprad hacia el consumismo, sino que también debían servir de modelo para sus empleados. El New York Times detallaba que los vuelos, comidas y estancias en hoteles de bajo coste fueron iniciativas que promulgó entre los ejecutivos.

De hecho, en 1976 distribuyó el denominado como «Testamento de un comerciante de muebles«, un folleto con pautas que los empleados de Ikea han seguido desde entonces. En él, detalla partes de su filosofía frugal, afirmando que “desperdiciar recursos es un pecado mortal en Ikea”.

Su herencia, su legado. Décadas antes de fallecer, Kamprad había colocado la propiedad de la marca Ikea en una compleja red de fundaciones y sociedades holding. Sin embargo, estos bienes no fueron transmitidos a sus herederos. Al parecer, la Fundación Stichting Ingka, una entidad holandesa cuyo propósito declarado es donar a organizaciones benéficas y “apoyar la innovación” en el diseño, controla la mayoría de las tiendas Ikea.

Además, la Fundación Interogo posee los derechos de la marca y controla las franquicias globales a través de una filial. Esta fundación está gestionada por un consejo en el que los miembros de la familia Kamprad tienen el control minoritario. Es decir, que los herederos conservaron parte de la riqueza y el control, pero la mayor parte de su fortuna se encuentra en fideicomisos caritativos. Una complicada estructura como resultado de su deseo de preservar la cultura única de Ikea y garantizar su supervivencia a largo plazo.

Por qué Ikea. Antes de terminar esta pequeña recopilación de historias en torno al hombre que fundó la compañía más famosa de muebles, un secreto que muchos no conocen. ¿Por qué se llama Ikea? Se trata de un acrónimo de las iniciales del nombre y apellido de Kamprad, y las iniciales del nombre de la granja familiar donde nació (Elmtaryd) y el pueblo más cercano (Agunnaryd).

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Sebastián Hernández

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