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Un extraño fenómeno ambiental ha acechado esta semana a buena parte de Argentina. Su nombre lo dice todo: se trata de precipitaciones en las que el agua llega a la tierra enturbiada, de color negro. Un fenómeno con implicaciones más allá de lo estético.

La sombra de la lluvia negra. Desde hace unos días, en distintos lugares de Sudamérica se han reportado casos de “lluvia negra”. Este fenómeno podría darse esta semana a Argentina, como consecuencia de la combinación entre el humo de los incendios en el Amazonas y las lluvias que se esperan en el norte del país.

Pese a que ayer se extendía la noticia de que el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) argentino emitía alertas con mitivo de este fenómeno, este no es el caso, según clarificaban medios de verificación como Chequeado. El SMN sí mantiene advertencias por humo en seis provincias (Chaco, Corrientes, Formosa, Misiones, Salta y Santa Fe). El SMN también avisa de la probable formación de tormentas en el norte del país, tormentas “fuertes con lluvias intensas y granizo”.

¿Qué es la lluvia negra? La lluvia negra es una forma de lluvia en la que las precipitaciones llegan al suelo ennegrecidas. Lo que enturbia estas precipitaciones es, principalmente, hollín y ceniza. Su origen está en los incendios que llevan produciéndose en la selva amazónica y que afectan a países como Brasil, Bolivia y Ecuador.

El humo y las partículas en suspensión arrastradas por el viento pasan a la atmósfera, donde pueden recorrer cientos, e incluso miles de kilómetros antes de depositarse en de nuevo en tierra firme o sobre el mar. Las lluvias pueden acelerar este trabajo, arrastrando estas partículas hasta el suelo y tintándose así de negro.

El fenómeno es en cierto modo análogo a la “lluvia de sangre” o “lengua de barro” que vemos ocasionalmente en Canarias o el sur de la península Ibérica, fenómeno que se da cuando la lluvia arrastra consigo calima, polvo y arena procedente del Sáhara.

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Incendios veraniegos. Si se ha llegado a esta situación es porque los incendios este año están resultando más virulentos de lo habitual. La intensidad de los incendios ha forzado a evacuaciones y ha afectado a las redes de comunicación en los países de la región.

Solo en Brasil, según el Gobierno del país, se han detectado 59.000 incendios en lo que va de año, récord desde el año 2008, informaba The Guardian. Se trata de la temporada más intensa de incendios en los últimos 14 años, señalaba también la agencia Reuters.

Un riesgo para la salud. El riesgo asociado a la lluvia negra no se encuentra en la lluvia en sí misma sino en el humo y partículas volátiles que la causan. Estos, cuando se encuentran en la atmósfera pueden afectar a nuestra salud, especialmente a la de nuestro sistema respiratorio.

El humo y las partículas pueden agravar los síntomas de enfermedades respiratorias como el asma y la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), pueden causar también irritación de las vías respiratorias, así como en otras mucosas.

2019. El término “lluvia negra” no es nuevo. Ya en agosto 2019 se utilizaba para referirse a este fenómeno. Aquel año el humo recorrió miles de kilómetros hasta llegar a lugares como Sao Paulo, donde el humo y las partículas en suspensión ennegrecieron las precipitaciones en la ciudad.

Un análisis del evento, publicado en 2021 en la revista Atmospheric Environment señalaba que las precipitaciones asociadas a aquel evento alcanzaron un nivel de turbidez de 70 NTU (Unidades Nefelométricas de Turbidez, la unidad de medida que nos indica en qué medida se enturbia el agua).

El estudio también sirvió para confirmar que el origen de estas partículas que ennegrecían el agua estaba, precisamente, en los incendios que asolaban el país a miles de kilómetros de distancia.

No solo incendios. El fenómeno no es ajeno a España: durante la erupción del volcán de Cumbre Vieja, en 2021, también se empleó el término para referirse a la lluvia que arrastraba ceniza volcánica tintándose así de negro.

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