Analizan el fondo del ‘Gran Agujero Azul’ y descubren una tendencia preocupante

Frente a las costas turquesas de Belice, un abismo submarino ha guardado durante casi seis milenios el testimonio silente de la furia del clima.

Hoy, ese silencio ha sido roto. Un equipo internacional de científicos, liderado por el investigador Dominik Schmitt, ha perforado el corazón del Gran Agujero Azul, extrayendo un núcleo de sedimentos de 30 metros que contiene la historia más larga y continua de tormentas tropicales jamás registrada en el Caribe.

Este coloso geológico no es solo una rareza natural: es, ahora, una biblioteca climática escrita en capas de sedimento. Cada tormenta que azotó la región dejó su huella: una capa de fragmentos, de partículas desplazadas, de silenciosas advertencias que, por primera vez, han sido leídas en su totalidad. Y el mensaje que contienen es claro: estamos entrando en una era de tormentas sin precedentes.

AUMENTO DE LOS CICLONES
En el estudio publicado por Science Advances, los científicos revelan que la frecuencia de ciclones ha aumentado de forma progresiva desde hace 5.700 años. Sin embargo, lo alarmante no es la tendencia a largo plazo, sino el punto de inflexión reciente.

En las últimas dos décadas, el número de eventos ciclónicos ha superado cualquier otro periodo del registro geológico. “La frecuencia de tormentas en esta zona ha sido mucho mayor en los últimos 20 años que en los últimos seis milenios”, ha señalado Schmitt, en lo que muchos ya consideran un toque de atención climático.

Este archivo natural ha permitido reconstruir el historial de ciclones con un nivel de detalle sin precedentes. Cada evento se identifica por una capa específica en el sedimento, permitiendo contar nada menos que 694 tormentas durante el periodo estudiado.

A modo de comparación, los registros instrumentales cubren apenas 73 años, y los históricos unos 173. Este nuevo registro extiende nuestro conocimiento casi tres milenios más allá de los estudios paleoclimáticos previos.

MÚLTIPLES CAUSAS
La causa del incremento es múltiple, pero hay un protagonista destacado: el calentamiento del océano. Las temperaturas superficiales del mar —especialmente en la región de desarrollo principal de huracanes— han ido aumentando a medida que la actividad humana ha intensificado el efecto invernadero. Desde la Revolución Industrial, el calentamiento oceánico ha creado un caldo de cultivo perfecto para la formación de ciclones más frecuentes e intensos.

A este factor se suma otro cambio profundo: el desplazamiento de la Zona de Convergencia Intertropical (ZCIT) hacia el sur. Esta franja atmosférica, responsable de marcar las trayectorias de las tormentas, ha comenzado a modificar su comportamiento debido a alteraciones en la circulación global. Según el estudio, dicho desplazamiento ha canalizado los ciclones hacia latitudes más bajas, afectando más intensamente al Caribe y al Golfo de México.

El informe también señala la intensificación de eventos de La Niña, fenómeno que reduce los vientos cortantes en el Atlántico, facilitando la formación y organización de tormentas. Así, el mar Caribe podría enfrentarse, si la tendencia continúa, a hasta 45 tormentas tropicales y huracanes antes de que termine este siglo. Una cifra que supera ampliamente los promedios de cualquier otro siglo en el registro sedimentario del Gran Agujero Azul.

El hallazgo no es solo una advertencia para los climatólogos. Lo es también para gobiernos, ciudades costeras, aseguradoras y comunidades enteras que se encuentran, sin saberlo, en el trayecto de una historia que se repite… pero que ahora se acelera. Este registro fósil nos recuerda que el pasado no es solo historia: es, también, un espejo y una suerte de profecía.

Con información de National Geographic

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