La percepción del tiempo es un fenómeno intrigante y, según la ciencia, enero, con sus 31 días, parece ser el mes más largo del año.
Esta sensación colectiva de que el primer mes del año es interminable se atribuye a la “hipótesis del reloj de dopamina“, que sugiere que niveles más altos de dopamina, una hormona asociada con el placer y la satisfacción, hacen que el tiempo parezca pasar más rápido.
Zhenguang Cai, estudiante de doctorado de la UCL especializado en percepción del tiempo, explica: “Es posible que volver a trabajar después de las vacaciones de Navidad provoque mucho aburrimiento (en comparación con la diversión durante las vacaciones de Navidad), lo que a su vez conduce a la impresión de que en enero el tiempo se ralentiza”.
Diciembre, con sus festividades y eventos, se asocia con niveles elevados de dopamina, contribuyendo así a la percepción de que el tiempo pasa más rápido durante ese mes. En contraste, enero, con la vuelta a la rutina laboral y la ausencia de eventos festivos, puede generar una sensación de tedio que ralentiza la percepción del tiempo.
La memoria también desempeña un papel crucial en la percepción del tiempo. Un estudio realizado con estudiantes universitarios demostró que aquellos a quienes se les hizo creer que una tarea había durado menos tiempo de lo que realmente había durado, disfrutaron más de la actividad y sintieron que el tiempo había pasado rápidamente.
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Por otro lado, quienes pensaron que la tarea duró más tiempo la encontraron aburrida y percibieron que el tiempo se prolongó.
En resumen, la conexión entre la dopamina, la memoria y la experiencia subjetiva del tiempo contribuye a la sensación de que enero es un mes eterno.
La ciencia aún tiene mucho por descubrir sobre la percepción del tiempo, pero estas investigaciones ofrecen una interesante perspectiva sobre por qué el “purgatorio de enero” es tan universalmente reconocido.