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Sus creyentes dicen que la Santa Muerte no hace milagros, pero te hace el paro. Tampoco te exige ser piadoso. Le puedes pedir lo inimaginable: que te proteja con su sombra mientras cometes un delito, que la bala entre al cuerpo del indicado, que el amor regrese, ya sea de los brazos de alguien más o de la cárcel, de un hospital e incluso de un anexo para adictos.

Cada 31 de octubre llegan miles de sus fervientes devotos a agradecerle hasta el altar más famoso de la ciudad, en el barrio de Tepito, que desde noviembre de 2001 doña Queta monta afuera de su casa. Se hizo popular en el barrio más bravo de la Ciudad de México, ese lugar donde se sabe cómo se entra, pero no cómo se sale y donde se consigue literalmente cualquier cosa.

En su día de fiesta, la gente llega a venerarla a un altar donde aguarda vestida de encaje, con sombrero y rodeada de tequila, manzanas, puros y otras imágenes consideradas paganas. Se le ven las manos llenas de ofrendas: pastel, tamales, manzanas, cigarros, flores, música en vivo y alcohol para tomar un trago frente a ella. Se lo merece, dicen, por ser la más cumplidora de todos los santos.

Los que llegan a Tepito no son los únicos. La Santa Muerte, esa deidad femenina y de culto es la que más feligreses nuevos suma año con año. “Cuenta con 12 millones de seguidores, dos millones menos que la comunidad judía mundial”, lo explica Andrew Chesnut, profesor de estudios religiosos en la Virginia Commonwealth University, un experto en religiosidad, especialmente conocido por su trabajo acerca de este culto.

“Actualmente la Santa Muerte goza de una muy buena reputación por ser la figura espiritual más cumplidora, eficaz y rápida de todas. Algo que se ha proliferado a través de las redes sociales con alrededor de mil grupos en Facebook dedicados a su culto y que la ha llevado a tener cada vez más adeptos”, escribe Chesnut en su libro Santa Muerte, el movimiento religioso de más rápido crecimiento en el mundo.
Posteos en Facebook, Instagram y TikTok ayudan a visibilizar el culto en otras partes del mundo. Se comparten distintas novenas para orar dependiendo de las necesidades de los creyentes, hay guías para la prosperidad, el amor, el trabajo y cualquier tipo de favores. En TikTok hay millones de videos de distintos altares, todos musicalizados en rap, reguetón, banda, corridos tumbados y hasta cumbia con letras donde se menciona a ‘La Muerte’.

Efectiva curandera, dicen sus feligreses, buenísima para hacer justicia en nombre del que se lo pide, “resultona” para la prosperidad. Aunque se le relaciona como la favorita de los delincuentes, preferida de los presos para acortar sentencias, la realidad es que la ‘Niña blanca’ cumple más otro tipo de favores, casi siempre relacionados con el mal de amores. Es la doctora corazón que recibe peticiones de salvar relaciones o que el amor se quede para siempre.

Eso sí, si no le cumples, se las cobra, pues “con la Muerte no se juega”, dice René, habitante de Tepito y devoto desde niño.

El culto que nació afuera de una vecindad
El culto a la Santa Muerte nació en la época colonial pero se popularizó en el barrio bravo de México y ha llegado hasta la Patagonia, pasando por El Salvador, Guatemala, Honduras, Paraguay y Chile, donde se habla de la existencia de altares y templos donde la veneran tanto en las capitales como en las provincias de esos países. La gran mayoría de sus seguidores se sumaron en los últimos 23 años, de acuerdo con Andrew Chesnut.

Todo empezó la noche del 31 de octubre, cuando Enriqueta Romero sacó de su casa la imagen de más de un metro y medio de altura, portando un vestido largo, capa y sombrero y la puso en un altar en la entrada de la vecindad donde vive, en Alfarería 12.

“La tuve en mi casa por años, me la dejó mi tía que siempre fue devota y yo le hacía sus vestidos, le oraba y le ponía ofrendas, hasta que un día, decidí que dejaría la sala de mi casa y la pondría en una vitrina, en la entrada de la vecindad, sin imaginar que la gente se acercaría a ella y la adoptaría como parte del barrio”, dice Queta a la revista DOMINGA.

Hoy, después de 23 años, Queta recibe llamadas de Dinamarca en las que le cuentan que la imagen le ha dado la vuelta al mundo y hoy es una “deidad” adorada fuera de su país. Para ella el crecimiento exponencial del culto se debe a la necesidad que tiene la gente por solucionar sus problemas con fe. 

“Creció la necesidad y creció la fe. Cuando llegan a ella ya pasaron por San Judas Tadeo, la Virgen de Guadalupe, la Virgen de San Juan de los Lagos y hasta por la Santería. Pero cuando la descubren se quedan porque ella sí les cumplió. Eso sí, si piden favores ojetes y no le cumplen la ofrenda que prometieron, pues ojete les irá”, dice.
Queta es una mujer de fe, de 80 años, dedicada a cuidar el altar y vender mercancía de La Muerte, como figuras, veladoras, joyería y otros artículos “brandeados”. También le reza al Diablo, a la Virgen de Guadalupe y al “mero, mero”, como dice refiriéndose a Dios.

No aparenta su edad, dice que tiene siete hijos y 53 nietos. “¿En serio 53 nietos?”, le pregunto. “Sí, mis hijos que andan de cabrones”, dice. Superó un cáncer y no deja de fumar. Mientras platica atiende el negocio de velas, bebe una ‘Coca-Cola’, atiende a sus proveedores o da órdenes a sus ayudantes, miembros de su familia. 

De lunes a domingo abre la tiendita que adaptó junto al altar. De 9 de la mañana a 9 de la noche se sienta en la misma mesa a escuchar las súplicas y las historias felices con lo cumplidora que es “su flaquita”.

“Siempre le pido a Dios primero que me permita adorar y orar por la Santísima Muerte, porque ése sí es el chingón. Y pues la verdad es que no podemos comprobar nada, por eso yo me encomiendo a todos, total, nunca sé a dónde llegaré si con Dios o con el Diablo ni tampoco si será ‘Mi flaquita’, a la que vea en mi último respiro”.
El Diablo es una imagen que en los últimos años tiene presencia en Tepito, a unos pasos del altar a la Santa Muerte, en la misma calle de Alfarería. Se encuentra un altar con un Diablo de gran tamaño y vestido de rojo, no es el único, ya son varios los altares que en Tepito y la colonia Morelos reciben a feligreses de esta deidad.

Doña Queta ha metido imágenes del Diablo al altar por lo que ahora comparten espacio. Junto a ellos hay un buzón de limosnas con las que, dice, mantiene una mini capilla, afuera de la vecindad y donde todos los días llegan centenas de personas a prenderle veladoras con peticiones o agradecimientos por los favores cumplidos.

Ambos cultos le han dado sustento a esta devota, no sólo administra las limosnas, también atiende su negocio con todo tipo de artículos, algunas muy artesanales que ella misma crea en cerámica. “Estoy muy agradecida con mis deidades, gracias a ellos no me falta dinero, siempre tengo con qué comer y llevar una vida en paz, sin preocupaciones, vendo mis velas, mis figuras, pulceritas y todo tipo de imágenes que la gente me compra como protección”.

Y luego aclara: “No leo cartas ni hago limpias, no me gusta engañar, en mi vida he hablado con la Muerte, ni tengo poderes, sólo la sigo y la quiero, es mi flaquita hermosa”.
Los orígenes de Santísima Muerte
La Santa Muerte es una fusión entre creencias prehispánicas y católicas, y sus raíces se remontan a la Colonia, cuando los rituales indígenas se mezclaron con la religiosidad cristiana. Los mexicas tenían deidades relacionadas con la muerte, como Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl, dioses que gobernaban el inframundo y presidían sobre los muertos.

Mictlantecuhtli también conocido como el señor de la oscuridad, se encargaba de recoger a los seres humanos que morían de forma natural. Su nombre está compuesto de dos palabras, la primera que significa “mansión de los muertos” y la segunda, “señor”.

La muerte era vista como un ciclo natural y necesario. La imposición del cristianismo intentó borrar estas creencias, pero muchas de ellas sobrevivieron mediante un sincretismo que amalgamó símbolos y rituales. En el caso de la Santa Muerte, su representación es una adaptación de la imagen católica, el esqueleto portando una guadaña, mezclada con las prácticas prehispánicas de veneración a los difuntos.

La Iglesia católica dice que es una perversión
La Santa Muerte es considerada un símbolo macabro de la narcocultura, incluso en informes de la Agencia para el Control de Drogas (DEA) la figura aparecer cuando se habla de integrantes del narcotráfico, como el Cártel del Golfo y el Cártel de Juárez, así como el de Sinaloa. De hecho, la DEA posee una escultura de la Santa Muerte, con manto dorado y una túnica de billetes de 100 dólares, que fue incautada en 2011 a dos mujeres que la transportaban junto con metanfetamina, de Arizona a Minnesota.

La Iglesia Católica ha condenado abiertamente el culto, clasificándolo como una práctica de idolatría y herejía. El Vaticano ha advertido a sus fieles sobre los peligros, argumentando que representa una distorsión de la fe cristiana y que, en lugar de promover valores de vida y paz, enfoca la devoción en la muerte. 

En 2013, el entonces arzobispo de México, Norberto Rivera Carrera, dijo que la Santa Muerte es “una perversión de la religión”, y pidió a los católicos evitarla. “Es un absurdo [considerarla una santa]. Todo cristiano, se supone, está a favor de la vida y no de la muerte”, dijo.

En 2016, durante su visita a México, el papa Francisco condenó su culto diciendo: “hay tantos que, seducidos por la potencia vacía del mundo, exaltan las quimeras y se revisten de macabros símbolos para comercializar la muerte».

Para académicos el culto a la Santa Muerte representa una expresión del “catolicismo popular”, una religión que emerge desde abajo y da voz a las necesidades de las personas en situaciones de desesperanza y crisis. Este esqueleto de mujer, con vestidos y sombreros, ha llegado a ser un símbolo de resistencia cultural y expresión de fe para aquellos que se sienten excluidos de la espiritualidad tradicional.

La expansión de una creencia estigmatizada
Hay altares en México y varios países del mundo. En la Ciudad de México además del de doña Queta está el de la avenida Dr. Vértiz, donde existe además una pequeña capilla dedicada a la imagen. 

Pero el santuario más grande del país se encuentra en Tultitlán, Estado de México; ahí los domingos los feligreses asisten al culto de mayor afluencia, una imagen de 22 metros se levanta con los brazos abiertos para cobijar a los que creen en ella. La figura se encuentra en medio del templo en un terreno al que rodean distintos altares, capillas y vitrinas, una por ejemplo está dedicada a la protección de los niños y tiene juguetes o artículos como chupones.

Se han encontrado imágenes en varios países. Chesnut lleva 13 años investigando el movimiento y asegura que el de la Santa Muerte es la corriente religiosa que más rápido crece, no sólo en este país, sino en el continente, desde Canadá hasta Chile. Después de México su presencia es robusta en la Unión Americana, Guatemala, Honduras y El Salvador, pero también en Colombia y Ecuador, así como Perú y Brasil, donde cada día es más popular.

“No hay sondeos oficiales sobre el número de devotos, pero estimo que quizás hay 12 millones. De ellos, la gran mayoría se ha hecho devoto desde 2001, cuando la pionera del culto, Enriqueta Romero, puso su estatua de tamaño natural en Tepito”, dijo el académico en una conferencia en 2022 en la UNAM.

Doña Queta cree que siempre hubo un mexicano que la llevó a estos lugares. Uno de los puntos principales de expansión ha sido Estados Unidos, donde las comunidades de inmigrantes la han introducido y promovido. En ciudades como Los Ángeles, Houston y Nueva York es común encontrar altares dedicados, con rituales que buscan protección, justicia o ayuda en momentos difíciles. 

Entre los más famosos está el altar de Queens, donde una mujer transgénero, Arely Vázquez, ofrece una fiesta anual en honor a la Santa Muerte y también organiza reuniones mensuales en su casa para el culto. Ella solo cumple una promesa, La Muerte la curó de un cáncer de páncreas.

Esta devoción ha encontrado eco entre sectores que se sienten desamparados, como trabajadores indocumentados, personas en situación de calle y aquellos afectados por la violencia. 

La Santa Muerte ha encontrado una base de seguidores que la ven como una protectora poderosa, dice Walter Alberto Calzato, antropólogo por la Universidad de Buenos Aires, quien escribió un artículo sobre la devoción a ‘San La Muerte’, como la llaman en Argentina. En el artículo dice que tiene presencia en Corrientes, Formosa, Chaco, Santa Fe, Gran Buenos Aires y Capital Federal. Sus devotos encuentran una figura que no discrimina.

La devoción ha llegado incluso a España, donde migrantes latinoamericanos han llevado la tradición y la han compartido con comunidades locales. En Madrid y Barcelona se han reportado ceremonias y altares en su honor, aunque es una práctica minoritaria.

Escritores como Alberto Hernández en su libro El culto a la Santa Muerte definen así la devoción: “Si se toma más en cuenta la perspectiva de los devotos, para la mayoría de ellos la Santa Muerte es sobre todo una santa”.

La fiesta del 31 de octubre en Tepito
La Santa Muerte viene de vestido largo con encaje negro este 31 de octubre. Los mariachis terminan y comienza la banda. Luego vendrá un grupo de rock. Prometieron festejarla con música en vivo. Truenan cohetes y se escuchan las porras de los que peregrinan: “¡La Santa, la Santa!”. Vienen desde Chimalhuacán, Neza o Ecatepec.

El culto es incluyente, sus fieles buscan refugio en un esqueleto que les provee una supuesta seguridad. Durante mucho tiempo se creyó que sólo era cosa de policías, narcotraficantes, prostitutas y delincuentes, pero se ha demostrado que otros grupos sociales y de distintos niveles socioeconómicos también recurren a ella.

Ahí viene de rodillas Alejandra con su bebé en brazos, ella tiene 15 años. La noche que entró en trabajo de parto tuvo una aparición, dice que se le apareció en el patio de su casa, se acercó a ella, le entregó al bebé vestido de amarillo y despareció. “Por eso vine a agradecerle”, piensa que La Muerte le hizo el favor de darle un niño sano.

También viene Gustavo, de 32, dice que le debe mucho. Sacó a su pareja del reclusorio y también lo curó de una enfermedad, ya lo daban por muerto.

Esta noche será una fiesta de 24 horas donde el alcohol y la música nunca se apagan, tampoco la fe. A pesar del estigma, de la prohibición, hoy de la boca de millones de fieles se reza: “Contigo voy, Santísima Muerte, y en tu poder confiado poniéndome en ti amparado, mi alma volverá segura, dulce madre no te alejes. Tu luz de mí no apartes, ven conmigo a todas partes y nunca me dejes, verdad que me proteges como una verdadera madre, haz que nos bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén”.

Con información de Milenio

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