Un meteorito de dimensiones colosales chocó con la Tierra hace más de 3.000 millones de años. No el que extinguió a los dinosaurios, otro que era entre 50 y 200 veces más grande. Este evento catastrófico fue lo que desencadenó las primeras formas de vida en nuestro planeta, según una reciente investigación.
Un poco de contexto. 3.260 millones de años atrás, en lo que se conoce como el eón arcaico, nuestro planeta era muy diferente. Solo existían formas de vida unicelulares, como bacterias y arqueas. Los océanos, posiblemente de color verde por el hierro, carecían de nutrientes y eran desiertos biológicos.
Durante este periodo, la Tierra estaba asediada por el bombardeo de meteoritos gigantes. Al menos 16 de los que impactaron durante el eón arcaico superaban los 10 kilómetros de diámetro. Entre ellos, destaca el meteorito S2.
El colosal meteorito S2. Un equipo de la Universidad de Harvard liderado por la científica planetaria Nadja Drabon ha dedicado los últimos años a estudiar los posibles efectos del meteorito S2, que tenía entre 37 y 58 kilómetros de diámetro cuando chocó contra el planeta Tierra.
Los investigadores se trasladaron a Sudáfrica para analizar las rocas de las montañas Barberton Makhonjwa, donde encontraron pequeñas esférulas que se habían formado con el impacto. Estas partículas permitieron a los científicos reconstruir los eventos posteriores. Fueron tan violentos como beneficiosos.
Un caos enriquecedor. El impacto del meteorito generó un tsunami tan grande que barrió el planeta entero. A su vez, el calor fue tan intenso que hirvió la superficie de los océanos, evaporando enormes cantidades de agua, y dejando en su lugar grandes depósitos salinos.
El polvo que salió disparado hacia la atmósfera oscureció el cielo durante años, o tal vez décadas, afectando a los microorganismos fotosintéticos. En cambio, la agitación de los océanos liberó hierro y fósforo, fomentando el auge de las bacterias que se alimentan de estos nutrientes esenciales.
Prosperidad tras la catástrofe. A pesar de los efectos devastadores inmediatos del meteorito, la vida unicelular se recuperó rápidamente y floreció gracias a la repentina abundancia de nutrientes, sugieren los investigadores.
S2 actuó como una «bomba fertilizante» que enriqueció el ambiente marino y aceleró la evolución de la vida, por entonces una vida exclusivamente unicelular. Chicxulub, el asteroide que acabó con los dinosaurios hace 66 millones de años, liberó azufre y enfrió la Tierra cuando ya estaba llena de formas de vida compleja.
Un hallazgo importante. Este descubrimiento ofrece nuevas pruebas de que los impactos cósmicos no solo causan devastación. En el caso de la Tierra, también liberaron nutrientes esenciales para estimular la biodiversidad temprana que dio pie a la vida que conocemos.
Ahora el equipo planea estudiar otros eventos de impacto para entender si los efectos positivos en la vida fueron comunes, lo que podrían redefinir el papel de los meteoritos en la evolución de la vida en la Tierra y nuestro propio origen biológico. Tal vez un papel protagonista.