Si hablamos de grandes proyectos de geoingeniería seguramente lo que nos venga a la cabeza sean grandes infraestructuras para la captura del carbono atmosférico, siembra de nubes o alguna tecnología semejante. Pero existen, al menos sobre el papel, soluciones a mitad de camino entre la geoingeniería tradicional y las soluciones “verdes”.
Nuevo proyecto. En esta categoría podríamos enmarcar los planes de para “fertilizar” el agua de los océano como la presentada recientemente por el consorcio ExOIS (Exploring Ocean Iron Solutions). La idea detrás de este proyecto es fomentar el crecimiento del fitoplancton oceánico para acelerar el ritmo al que este captura dióxido de carbono de la atmósfera.
Fertilizar el mar. Las emisiones de dióxido de carbono (CO2) no han dejado de crecer en las últimas décadas, lo que implica que la concentración atmosférica de este y otros gases de efecto invernadero siga en continuo ascenso. Para paliar esta acumulación no solo debemos reducir lo que emitimos, también debemos aumentar el ritmo al que retiramos estos gases de la atmósfera.
Los bosques y, de manera general las plantas, son los principales sumideros de carbono de nuestro planeta: al realizar la fotosíntesis absorben CO2 y asimilan el carbono para su crecimiento, acumulándolo en sus propias células. Pero las plantas terrestres no son los únicos agentes que realizan la fotosíntesis: las algas y el fitoplancton también lo hacen.
Es por eso que desde hace ya algunos años diversos proyectos hayan considerado la posibilidad de fomentar el crecimiento de organismos como el fitoplancton para así acelerar el ritmo al que estos organismos absorben CO2 de la atmósfera.
10.000 km². La propuesta del consorcio ExIOS pasa por un proyecto piloto que consistiría en la fertilización de una región oceánica de hasta 10.000 km², un cuadrado de 100 kilómetros de lado ubicado en el noreste del océano Pacífico. La idea es dar comienzo a este ensayo en 2026.
Según explican los promotores del proyecto en un artículo en la revista Frontiers in Climate, el proyecto, una de las técnicas de fertilización se basa en la utilización de sulfato de hierro (II) (FeSO4) acompañado de hexafluoruro de azufre (SF6), este último utilizado solamente para facilitar el seguimiento del vertido. El equipo señalaba en el artículo que el uso del sulfato de hierro cuenta con ventajas e inconvenientes, por lo que otras fórmulas no podrían descartarse.
El objetivo del proyecto no es otro que hacer un experimento de esta técnica a “pequeña” escala para asegurarse así de que la metodología es eficaz a la hora de extraer carbono de la atmósfera; y, quizás más importante, que no genera impactos indeseados sobre los ecosistemas marinos.
Experimento natural. La fertilización oceánica no es del todo descabellada: contamos con experimentos naturales que nos indican que puede funcionar. En 2013, un equipo en el que participaban investigadores de la NASA observó cómo la ceniza volcánica expulsada por la erupción del volcán Kasatochi, ocurrida en 2008 afectó a estos organismos.
Los vientos elevaron notablemente estas cenizas ricas en hierro, lo que facilitó que estas alcanzaran zonas muy lejanas en el mar. El equipo constató el aumento en la retención de carbono asociada a la mayor presencia de fitoplancton en el océano. Un aumento pequeño en comparación a las emisiones anuales del gas, pero aún así perceptible.
Financiación y permisos. El proyecto cuenta por ahora con dos trabas. La primera, la financiación: el equipo estima que el coste total de la evaluación estaría en torno a los 290 millones de dólares (unos 259M €), con un presupuesto de 160 millones (unos 143M €) de presupuesto dedicado al proyecto ExOIS.
La segunda es legal. El protocolo y convención de Londres, un tratado para la prevención de la polución marítima prohíbe en principio este tipo de prácticas. Existe la posibilidad de realizarlas, eso sí, cuando se realiza de forma no comercial y debidamente monitorizada.
No siempre a gusto de todos. La cautela está justificada. En 2009 un estudio observó cómo el enriquecimiento acuático fomentaba la aparición de un grupo de diátomos tóxicos cuya propagación podía resultar contraproducente.
Los ecosistemas marinos son sistemas complejos por lo que adelantarse a todas las consecuencias de un cambio inducido es imposible. El problema de estos ensayos es que aun demostrando su seguridad y eficacia en un ecosistema podrían no ser escalables en otros contextos con diferentes características ambientales y biológicas.