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Que Maraya Concert Hall sea una construcción de récord Guinness, que lo es, quizás no sea lo más interesante de su historia. Si hay algo que de verdad destaca de este peculiar edificio levantado en pleno desierto saudí, a unos 220 kilómetros de Tabuk, es la filosofía que tiene detrás y cómo sus creadores decidieron llevarla de la teoría a la práctica.

La decisión. Lo explicaba uno de los arquitectos que se encargó de darle forma, Florian Boje, durante una entrevista con CNN Travel: «Si un edificio no puede competir con el paisaje debe realzarlo». No es un brindis al sol, ni una metáfora, ni una descripción abstracta. No. Maraya realza tan bien su entorno que, según la hora a la que lo visites, apenas se distingue del paisaje.

La razón: está completamente forrado de espejos.

Con ustedes… Maraya Concert Hall. Su nombre tal vez no nos diga demasiado, pero no podría venirle mejor. En árabe «maraya» significa espejo o reflejo y eso es precisamente lo que es el edificio levantado hace unos años por la Comisión Real para Al Ula (RCU) en el desierto de Arabia Saudí: una edificación forrada de espejos, lo que le permite reflejar y realzar la belleza de su entorno. El efecto es asombroso. Tanto, que quienes ya lo han visitado aseguran que hay ciertas horas al día durante las que parece fundirse con su entorno.

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Una tendencia. Maraya no es el único «edificio espejo» del mundo, ni tampoco el primero que juega de forma espectacular con los reflejos del paisaje que lo rodea. Ahí están las casas espejo diseñadas por Peter Pichler para Bolzano, Italia, o la fascinante torre LUMA Arles creada por el arquitecto Frank Gehry para Arles, en Francia, que si bien está recubierta de acero inoxidable en vez de cristal destaca por su capacidad reflectante, sobre todo durante la puesta del sol. De lo que sí puede presumir el Maraya Concert Hall es de haberse colado en el libro Guinness. Y con razón.

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¿Qué récord tiene? El de edificio espejado más grande del mundo. Así se lo reconoció a finales de 2019, año en que se presentó al mundo, y así sigue figurando aún a día de hoy en el registro del Guinness World Records. Para ser más precisos, Maraya está recubierto por 9.740 metros cuadrados (m2) de espejos, una segunda piel acristalada que le permite reflejar el sorprendente entorno que lo rodea, el paisaje desértico de Al Ula. El honor, eso sí, podría no durarle demasiado.

The Line. La propia Arabia Saudí trabaja ya en otro megaproyecto que quiere recubrir también de espejos, aunque su enfoque es ligeramente distinto: The Line será una «ciudad pasillo» de 170 kilómetros y 200 m de ancho conformada por dos amplias filas de rascacielos que se alzarán 500 m sobre el nivel del mar. Toda una mole teórica que, hasta el momento, está hundida en problemas.

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Un guiño al desierto y la cultura. La ubicación de Maraya puede parecer remota, pero tiene bastante lógica. El edificio se sitúa en el valle de Ashar, un entorno con espectaculares cañones y formaciones rocosas esculpidas durante millones de años. En la zona hay además algunos de los alojamientos más lujosos de la región y muy cerca de allí está el enclave arqueológico de Hegra o al-Hijr, que destaca por sus tumbas monumentales y fachadas decoradas que datan del siglo I a.C. al I d.C. El lugar está reconocido de hecho por los expertos de la UNESCO y supone uno de los mejores exponentes de la civilización de los nabateos.

¿Y a qué se dedica el Maraya? El recinto es una enorme sala de conciertos y celebraciones levantado en un tiempo récord. A su escenario se han subido, entre otros, Alicia Keys, Andrea Bocelli o John Legend. En la página Experience Alula destacan que el recinto dispone además de un restaurante exclusivo vinculado al célebre chef británico Jason Atherton. Su gran «joya» es sin embargo un amplio auditorio de 1.756 metros cuadrados con capacidad para 500 personas, que completa su oferta con áreas VIP y espacios para conferencias y reuniones.

«El teatro, de 26 metros de altura, tiene capacidad para 550 personas que se asoman a una gigantesca ventana retráctil de 800 m2 que puede abrirse a la naturaleza, mezclando medio ambiente y entretenimiento», recoge su dossier.

Todo un puzle de espejos. El bloque está cubierto por una fachada de espejos de 9.740 m2, una cubierta espectacular que se consiguió gracias a la combinación de otros tantos paneles espejados. Y no de cualquier tipo. El material lo aportó la firma Guardian Glass, que explica que los promotores querían una solución que se adaptase a las duras condiciones que afrontaría el edificio, expuesto al efecto de la luz solar sobre el revestimiento y la humedad, que puede afectar a las láminas.

«Para hacer frente a estos problemas se desarrolló un nuevo espejo de cobre, basado en el espejo interior Guardian UltraMirror de gran durabilidad, pero con un revestimiento protector especial», explica la compañía, fundada en EEUU, y recalca: «Tendría que resistir algunos de los elementos más duros del planeta».

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