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La cicatriz de los incendios en el Parque Nacional Laguna del Tigre, en el norte de Guatemala, es “enorme” y se “han dañado ecosistemas fundamentales para la supervivencia de los animales y el ser humano”, asegura Walter Mayorga el jefe de los bomberos forestales que lucharon contra el fuego en la selva maya del país centroamericano.

“En este parque tuvimos más de 100 incendios identificados en 62 días y sabemos que el 95 por ciento de estos fueron provocados por personas que no tienen conciencia y buscan utilizar los bosques como área para agricultura y ganadería“, explica a EFE Mayorga, un forestal de 26 años de trayectoria que dirige a los bomberos del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) en el departamento de Petén.

Aunque la temporada de incendios haya terminado con la llegada de las lluvias a inicios de este mes de junio, las cicatrices del fuego en el Parque Nacional Laguna del Tigre, un área protegida que resguarda una enorme biodiversidad de fauna y flora en 13 ecosistemas distintos, se traduce en unas 20 mil hectáreas dañadas y una cantidad incalculable de especies muertas, según los datos preliminares.

Mayorga de 58 años, se abre paso con su machete entre una extensión de bosque calcinada por los incendios y asegura que “la cicatriz del fuego es enorme”. La experiencia más dolorosa de este año fue encontrar “animales indefensos y moribundos que estaban buscando agua, es una situación dramática que no deberíamos estar viviendo”, añade.

La crisis ambiental vivida en este año es de las más grandes de la historia y según Mayorga solo es comparable con lo sucedido en 1998, cuando una gran cantidad de incendios provocó que el humo fuera visible hasta en Estados Unidos y se necesitó de la coordinación internacional para sofocar el fuego.

“Este parque es un área muy sensible al fuego porque hay maderas que arden con el primer contacto y es necesario realizar cuidados especiales. Por ejemplo, este año los bomberos del área trabajaron duro por crear brechas y cercar el fuego para evitar una expansión aún más devastadora”, explica Mayorga.

En Guatemala, un país de 108 mil 890 kilómetros cuadrados, el 32 por ciento de su territorio es considerado área protegida, lo que significa que son espacios para la conservación y la restauración de fauna y flora silvestre.

Carencia de políticas públicas, fondos y equipamiento

“Lo que hace falta son políticas públicas para prevenir este tipo de desastres, tenemos un plan nacional de respuesta, sabemos que hacer pero hace falta un respaldo político y lo que más hace falta es mayor apoyo financiero”, señala el bombero forestal.

En 2024, el Consejo Nacional de Áreas Protegidas, encargado de administrar estas selvas recibió fondos de 141.365.000 millones de quetzales, lo que representa el 0.2 por ciento del presupuesto estatal de Guatemala.

Mayorga indicó que este año los bomberos que laboran en las selvas del Petén tenían que iniciar sus jornadas desde la madrugada y finalizar antes de las 11:00 h debido a que las temperaturas superiores a los 45 grados Celsius ponía en riesgo su integridad y complicaba las tareas de combate al fuego.

“Hace falta mejor equipamiento para los forestales, se necesitan flotillas de vehículos adecuados y hay que mejorar los campamentos porque están deteriorados aunque se intentó que tuvieran las condiciones adecuadas”, agrega el bombero.

De acuerdo con la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), un total de 49 mil 851 hectáreas de cobertura forestal fueron dañados por los incendios entre noviembre de 2023 y junio de este año, superando las 37 mil 681 que fueron consumidas en la temporada 2022-2023.

Petén, donde se resguarda la mayor biodiversidad del país y cuya región es considerada como la cuna de la civilización maya, fue el departamento más afectado con 539 incendios y más de 15 mil hectáreas afectadas este año y el año anterior.

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