Ya. Se acabó. El Santiago Bernabéu cerró LaLiga despidiendo a uno de sus mitos, al centrocampista perfecto, al hombre que no fallaba un pase.
En su mejor temporada con la blanca, Toni Kroos cerró una época gloriosa a la que le queda el mejor epílogo posible, la final de la Champions. No pudo despedirse con victoria porque el Betis fue un buen adversario que, de hecho, estuvo más cerca del triunfo, con dos goles anulados.
En un ambiente emotivo, con otras posibles despedidas de Kepa o Nacho, el madridismo lloró por la retirada de un futbolista irrepetible. Así se despide a las leyendas.
Puede que Toni no lo sepa. O sí. Los alemanes encajaron siempre como un guante entre el madridismo. Serios, profesionales, comprometidos, sin alardes. Para qué dar dos toques y un regate cuando la jugada se soluciona con un solo impacto de balón. Tac. Breitner, Netzer, Uli Stielike… En ellos está el origen del apelativo.
Los vikingos. Una forma de jugar, sencilla y directa, que se ajustó siempre al carácter competitivo y ganador del Real Madrid. Kroos es descendiente de aquellos. Y de Bernd Schuster, de Xabi Alonso, de Milan Jankovic, de Fernando Redondo, de Michel, el 8 sagrado.
Futbolistas que mejoraban a los demás con ese don para encontrar la mejor solución a cada jugada. Ahora en la doy en corto, ahora giro, ahora me voy hacia atrás, ahora la pongo a 45 metros. Al pie o al espacio. Pero siempre donde y como conviene. El arte de hacer fácil lo más complicado.
El Bernabéu se juntó para decirle a Toni que le quiere como uno de los suyos. Desde el calentamiento, celebró haberle disfrutado cada partido desde hace una década hasta el de ayer. Se lo demostró con el tifo y la ovación cálida y sentida de antes Porque queda un último baile, pero será en Londres.
No habrá más pases milimétricos en el Bernabéu tras los ofrecidos ante un Betis elegante, que hizo pasillo al campeón y al director de la orquesta blanca, y que se gustó en el estadio madridista.
Estuvo Isco, con muletas, y cuando se esperaba a Fekir fue Ayoze quien dirigió las salidas verdiblancas. Y es que el ensayo general de la final de Wembley salió descafeinado. Demasiado cerca para arriesgarse en un golpe que te puede dejar fuera del partido del año.
Pudo abrir pronto el melón Rodrygo, al recibir un balón en profundidad de VIni, pero no concretó en el remate. O Vinicius, al aprovechar una salida defectuosa del Betis. Sacó Primero Fran Vieites ante Vini y después Sokratis bajo palos, tras remate de Mendy.
La más clara, no obstante, fue un taconazo eléctrico de Vinicius tras gran acción de Rodrygo por derecha. Pero quien marcó fue el Betis, al remachar Johnny Cardoso un despeje en corto de Courtois. Fue en una falta lateral, desde la izquierda, que fue a rematar Marc Roca, interfiriendo en la línea del balón.
Arrancó en fuera de juego, y como era evidente que interfería en la jugada, Díaz de Mera lo anuló. El problema es que en esta Liga se han dado goles idénticos como válidos, como aquel del Barça ante el Valencia con posición ilegal de Fermín, así que el Betis, y también el Valencia, se sintieron dañados. Ni una jornada sin polémica, aunque no haya nada en juego.
De vuelta de vestuarios fue el Betis quien subió un punto de intensidad ofensiva. Probó suerte Sabaly desde lejos, y Miranda no encontró rematador tras un centro atrás. No había muchos rigores defensivos, y lo disfrutó Ayoze, que tiene clase para regalar. Al Madrid le faltaba tensión, aunque tuvo sus opciones.
Como en un tiro lejano de Bellingham que sacó Fran, entonadísimo. Ancelotti anticipó la ronda de cambios, esta vez con mensaje. Después de una mano extraordinaria a remate de Miranda, Courtois dejó su sitio para que Kepa cerrara sobre el césped una etapa madridista sin fortuna en momentos clave de la temporada.
Después se fue Nacho, quien sabe si también en su última noche como madridista. Cinco Copas de Europa, ojo cuidado, tiene el capitán. Y canterano. Ancelotti tuvo el detalle de poner a Modric en el verde y que no sustituyera a Kroos, que disfrutaran sus últimos minutos juntos.
Fue en el 85 cuando Ceballos se colocó en la banda y se alzó el cartel electrónico. El 8. Se paró el partido, 80.000 se pusieron en pie y Toni Kroos se fue del campo. De su jardín. Donde esperaba su familia. Y ahí lloró el alemán de hielo. Una despedida a la altura de su leyenda.