Todas las grandes ciudades chinas, en mayor o menor medida, se están hundiendo. El proceso de subsidencia lleva años produciéndose, en algunos casos hasta un siglo. Pero las mediciones más recientes, obtenidas desde satélite, muestran un acelerado ritmo de hundimiento de varios milímetros anuales, incluso hasta dos centímetros al año en algunos casos.
Entre las causas, además de las geológicas naturales, hay varias antropogénicas, en especial el abuso de los acuíferos. Aunque los procesos de subsidencia se están produciendo por todo el planeta, en China su ritmo es muy acusado y aparece relacionado con la acelerada urbanización de las últimas décadas. Alrededor de 300 millones de urbanitas chinos están viendo cómo la tierra se hunde bajo sus pies.
Hace unos años, un grupo de científicos liderados por expertos españoles puso en el mapa centenares de eventos de subsidencia que se estaban produciendo en el planeta. Muchos de ellos aparecieron ubicados en China, en las zonas más pobladas del enorme país.
Ahora, investigadores chinos han usado una compleja herramienta que recuerda al LIDAR (que tantas alegrías ha dado a los arqueólogos descubriendo ciudades perdidas) para detectar cambios en la elevación del terreno en las 82 ciudades con más de dos millones de habitantes.
El sistema InSAR (Radar interferométrico de apertura sintética, por sus siglas en inglés) montado el satélite Sentinel-1 permite detectar variaciones en altitud de milímetros por cada píxel de terreno, que equivale a cuadrículas de 40 x 40 metros de superficie.
Los autores de esta investigación han registrado los cambios que se han venido produciendo desde 2015, un año después de entrada en servicio del satélite. Sus resultados los acaban de publicar en Science.
El 44,7% del área de todas las grandes ciudades chinas viene hundiéndose al menos a un ritmo de 3 milímetros al año, el umbral en el que las mediciones del InSAR son fiables.
Eso supone que afecta a un tercio de la población urbana, unos 270 millones de personas. Hay un significativo 15,8% del territorio que se hunde aún más rápido, por encima de 10 mm/año (un centímetro), con casi 70 millones de habitantes. Y un 5% de la superficie urbana lo hace 2,2 centímetros anuales.
En términos globales y en función de su población, la lista de ciudades más afectadas la encabeza Tianjin, la quinta ciudad más poblada, con más de 15 millones. Puestas en el mapa, las urbes que más se hunden se concentran en toda la franja este del país y en el sur, las que han protagonizado la modernización de China iniciada con la larga marcha de Deng Xiaoping y acelerada en las últimas décadas.
Las causas concretas que disparan el hundimiento son humanas y la primera es el abuso de los acuíferos. La explicación es muy sencilla, al retirar el agua por encima de su ritmo de reposición, el subsuelo, como si fuera un queso suizo, se llena de oquedades que no aguantan el peso de arriba. El estudio muestra la correlación entre el estado de 1.619 acuíferos con los milímetros que sucumbe el terreno.
El segundo factor que destacan es el diseño vertical de las nuevas urbes que, con sus rascacielos, crecen más hacia arriba que en horizontal. Comprobaron que, cuanto más reciente es la construcción y la altura media, mayor grado de subsidencia.
Las autopistas y todo el tráfico que soportan, también hunden el suelo. En Pekín, por ejemplo, las zonas cercanas a las carreteras se están rebajando 45 mm al año. Hay otros fenómenos más locales como la obtención de hidrocarburos mediante el fracking o la minería. La ciudad industrial de Pingdingshan, ciudad de la principal región del carbón del país, desciende a un ritmo de más de 10 centímetros al año.
“Venecia se hunde a un ritmo de 1,6 milímetros al año”, recuerda Roberto Tomás, catedrático de la Universidad de Alicante y experto en subsidencia e ingeniería civil. “Mientras, Lorca y el valle del Guadalentín se venían hundiendo 100 mm (ahora 80 mm) anuales por la retirada de agua”, añade.
Esta zona de la Región de Murcia es el caso más extremo de Europa provocado por la explotación de los acuíferos. Con esos dos ejemplos, Tomás quiere mostrar que un ritmo de subsidencia de 3 milímetros no tiene por qué ser preocupante. Otra cosa son los 10 milímetros. “Es un centímetro al año, 10 en una década”, recuerda.
Aunque el mapa global de la subsidencia en el que Tomás intervino mostró el carácter global del fenómeno, sí coincide en varios factores que lo acentúan en el caso de las ciudades chinas: “Sedimentos blandos, expansión de la urbanización, con ciudades creadas de la nada, con toda su gente, todas sus infraestructuras, sus necesidades de agua…”, destaca Tomás.
El investigador español, miembro de una comisión especial de la UNESCO para procesos de subsidencia, cree importante tener en cuenta el “asentamiento diferencial”: no cuánto se hunde el suelo, sino si lo hace de forma desigual.
“Si se hunde toda una zona bajo una infraestructura no hay distorsión angular, el problema es cuando la subsidencia no es uniforme”, desarrolla. Y pone dos ejemplos que ha estudiado bien, Lorca y Murcia. La primera es la zona urbana que más se hunde de toda Europa, “pero no hay daños en los edificios porque se trata de subsidencia uniforme”, dice Tomás.
Lo contrario pasa en la capital, en Murcia. En la década de 1990 participó en la elaboración de un informe en el que detectaron 150 edificios con daños serios que supusieron, al cambio desde pesetas, 150 millones de euros. Y todo porque en capital murciana se hunde de forma desigual.
El director del Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático de la Universidad de Anglia Oriental (Reino Unido), Robert J. Nicholls, sostiene que la subsidencia no es un fenómeno global en sentido estricto. “El hundimiento no ocurre en todas partes; solo puede ocurrir donde la geología lo favorece”, dice.
Sobre la especificidad del caso chino, añade que “los entornos geológicos favorables (deltas y llanuras aluviales) se encuentran ampliamente en China y aún más en el sur, sudeste y este de Asia”. A lo que se añade, prosigue, que “en esta área, incluida China, se desarrolla la presión de las ciudades y la extracción de agua subterránea, aunque haya otras razones por las que pueda producirse subsidencia”.
Los autores del estudio sobre las ciudades chinas proyectaron el hundimiento de aquí a dentro de 100 años de las urbes costeras. Más de la mitad de las 82 incluidas en su investigación están junto al mar o a pocos kilómetros de él. Y en estos casos se juntarán dos problemas, la subsidencia de la parte terrestre y el esperado aumento del nivel de mar debido al cambio climático.
Sus resultados son muy dependientes de lo que se haga por frenar ambos procesos. En el caso del primero, la medida más eficaz, que ya se usa en los valles murcianos, la estrenaron dos ciudades japonesas en la década de los 70. Osaka y la capital, Tokio, llevaban todo el siglo XX hundiéndose debido a la excesiva explotación de sus acuíferos.
Después de una década de reponer más agua de la que retiraban, ambas urbes frenaron su hundimiento. En China, si no combaten las causas antropogénicas y en el peor escenario climático esperado, una cuarta parte de las áreas urbanas costeras serán como Venecia o Nueva Orleans, estando por debajo del nivel del mar en mayor o menor medida para el año 2120.
Con información de El País