Un hincha salta al vacío para evitar que lo linchen en las gradas mientras las butacas vuelan como proyectiles. Una vez más la violencia manchó la pelota y dejó en entredicho los esfuerzos por extinguir la violencia del futbol en Latinoamérica.
Independiente de Avellaneda y Universidad de Chile disputaban el miércoles la revancha por los octavos de final de la Copa Sudamericana, cuando estalló una batalla campal entre las hinchadas en las gradas del Estadio Libertadores de América en Buenos Aires.
El saldo de uno de los choques entre aficionados más violentos de los últimos tiempos: 19 heridos, dos de gravedad, y más de 100 detenidos, según autoridades.
De México a Argentina, pasando por Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, la imagen de la violencia en los estadios se repite, pese a los intentos por pacificar el deporte rey.
¿Por qué en los estadios?
Brasil y Argentina, entre otros, han promulgado desde hace más de dos décadas leyes para prevenir desmanes y sancionar incluso con cárcel a los barras bravas.
Pero la violencia no cesa. En Chile, solo en 2025, doce partidos fueron suspendidos por actos de violencia, denunció su sindicato de futbolistas.
En abril dos hinchas murieron durante una estampida previo al juego entre Colo Colo y el brasileño Fortaleza brasileño por Copa Libertadores.
En Argentina, más de 100 personas murieron en los últimos 20 años; 157 en Brasil entre 2009 y 2019, y 170 fallecieron en Colombia entre 2001 y 2019, según estudios académicos o de oenegés.
Existe una idea «de que los estadios son espacios donde es legítimo cometer actos de violencia, no solamente física, sino de racismo u homofobia», asegura a la AFP el argentino Diego Murze, autor del libro «Futbol, violencia y estado».
Según el experto, hay una «lógica tribal que siempre primó en el futbol», una cultura de provocación entre hinchadas que siempre estuvo «presente».
Para muchos fanáticos, «el futbol es un canalizador de frustraciones», asegura el sociólogo colombiano Germán Gómez, autor del libro «Futbol y barras bravas, un fenómeno urbano».
«Hay una poetización de lo que significa la victoria del equipo en la vida de estos hinchas que deriva en esa pérdida de control emocional cuando se gana un partido, e incluso cuando se pierde», agrega.
¿Han sido efectivas las medidas?
Las medidas de seguridad se han multiplicado en los últimos años, como la identificación biométrica para ingresar a los recintos o videovigilancia en los estadios.
«En Argentina te controlan más en un estadio de futbol que en el aeropuerto», ejemplifica Murze.
Pero la tecnología no siempre permite la identificación efectiva de los hinchas violentos.
«Creería, uno, que con estos avances tecnológicos se podrían generar individualizaciones y responsabilidades por estos hechos vandálicos, pero a veces la justicia no opera de manera eficiente», afirma Gómez.
El sociólogo colombiano también señala a la Confederación Sudamericana de Futbol (Conmebol).
Esta organización no «genera sanciones ejemplares a los clubes de futbol, porque pareciera que lo que importa es el negocio y cerrar un club de futbol puede significar pérdidas significativas de dinero», critica.
Varias voces, incluida la del presidente chileno, Gabriel Boric, apuntan contra la organización del choque del miércoles en Argentina, a cargo de Independiente, según la Conmebol.
¿Qué resta por hacer?
En Argentina y Colombia, la entrada de hinchadas visitantes a los estadios es restringida desde hace años en los torneos locales.
El último año, clubes de Uruguay, Argentina, Chile y Colombia tuvieron que jugar a puertas cerradas como sanción a eventos violentos, que además alejan a las familias de los recintos deportivos.
Los clubes necesitan profesionalizar sus dispositivos de seguridad, ya que «descansan absolutamente en lo que puede hacer el Estado y la policía», asegura el experto Murze.
A raíz de la muerte de los dos hinchas en Chile, el gobierno decidió cerrar en abril el programa Estadio Seguro, una iniciativa creada en 2011 para combatir la violencia en el futbol, pero que fracasó.
La normativa prohibía, entre otras cosas, el ingreso de bombos y pancartas a los estadios y dejó a cargo de privados la vigilancia de los recintos deportivos.
El programa será reemplazado «por un mecanismo de regulación y autorización para espectáculos masivos», que todavía no entra en funcionamiento.
«La mitigación de la violencia en el futbol en Sudamérica debe ir por acciones que propendan a generar una educación y una cultura del futbol», asegura Gómez.