Como alguien que se ha destacado por estudiar el declive de las democracias en el mundo, el politólogo Steven Levitsky está seguro de algo: Estados Unidos va camino a perder la suya.
Profesor de la Universidad de Harvard, Levitsky observa crecientes similitudes entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y lo que ocurrió con líderes latinoamericanos de derecha o izquierda con tendencias autoritarias.
«En varios sentidos la democracia de EE.UU., el régimen de EE.UU., empieza a parecerse mucho más que antes a muchos regímenes de América Latina», dice Levistky, que ha investigado esta región en profundidad, en una entrevista con BBC Mundo.
A su juicio, no se trata necesariamente de que Trump siga una suerte de manual de populismo latinoamericano, ni que la democracia estadounidense vaya a colapsar por completo.
Pero advierte que está en curso «el mayor asalto a las instituciones democráticas de EE.UU. en la historia moderna», y que el país puede tomar alguna lección del pasado reciente en América Latina.
Lo que sigue es un resumen del diálogo con el coautor del libro de referencia «Cómo mueren las democracias».
¿Cuál es la principal conclusión que sacas tras el primer mes del segundo mandato de Donald Trump?
Creo que EE.UU. está perdiendo su democracia, que se desliza hacia un régimen híbrido que yo caracterizaría como autoritario competitivo.
Estaba muy claro que los estadounidenses elegían a una figura abiertamente autoritaria en 2024. A diferencia de 2016, no había ambigüedad sobre la posición de Donald Trump con respecto a las normas democráticas.
El establishment político de EE.UU., incluido el Partido Demócrata, no estaba preparado en absoluto para lo que vino. Creo que nunca entenderé por qué estaba tan poco preparado.
Pero Trump desató una oleada de ataques contra las instituciones del Estado, contra la ley… Es un poco como el primer asalto de una pelea de boxeo en que un boxeador sale con una ráfaga de golpes y su oponente está aturdido y grogui.
Es sólo el primer asalto. No creo que podamos sacar demasiadas conclusiones sobre lo que va a pasar. No creo que nuestra democracia vaya a colapsar por completo. Pero este es el mayor asalto a las instituciones democráticas de EE.UU. en la historia moderna, y estamos entrando en un momento autoritario: leve, pero un momento autoritario al fin y al cabo.
La democracia estadounidense ha superado varias pruebas a lo largo de la historia y en los últimos años. ¿Qué podría ser diferente ahora?
No exageremos lo democrático que EE.UU. fue en el pasado. En el siglo XIX éramos una democracia para hombres blancos que coexistió con la esclavitud. Caímos en una guerra civil y la democracia se derrumbó. Luego hubo un periodo en que el sur de EE.UU. estuvo bajo gobierno autoritario de un partido único.
Al final la democratización completa fue en 1965, cuando se volvió una democracia multirracial. Y ahí empezó la polarización que ahora está matando nuestra democracia. Así que no hemos sido una democracia tan robusta como nos gustaría pensar.

Algo nuevo y diferente con respecto, por ejemplo, al macartismo [acusaciones de deslealtad, comunismo o traición a la patria sin el debido respeto a un proceso legal] es que ahora tenemos todo un partido político alejado de las normas democráticas y bajo el control de un solo líder.
El Partido Republicano siempre fue un partido de múltiples facciones, comprometido con las reglas democráticas, y ahora no es nada de eso. Es un partido personalista que consiente abiertamente el autoritarismo.
Es un gran peligro cuando en un sistema bipartidista a nivel nacional tienes un partido que no está comprometido con la democracia y es aquiescente con el autoritarismo.
Y Donald Trump tampoco tiene precedentes. Nunca en los benditos 250 años de historia de esta república habíamos tenido un presidente que se negara a aceptar los resultados de una elección, tratara de anular la elección y luego usara la violencia para tratar de bloquear una transferencia pacífica de poder [en referencia al asalto al Capitolio de algunos de sus seguidores el 6 de enero de 2021]. Esto es territorio nuevo.
Así que tenemos una figura abiertamente autoritaria respaldada por todo un partido político. Es una situación política tan aterradora como creo que no teníamos al menos desde la época de la Guerra Civil.
Donald Trump fue elegido presidente ganando el voto popular esta vez y EE.UU. reúne criterios para ser calificado como una democracia liberal…
Ambas cosas son ciertas.
Entonces, ¿cómo pueden ser ciertas ambas cosas al mismo tiempo que dices que EE.UU. está perdiendo su democracia?
Venezuela era una democracia liberal en 1998 cuando Hugo Chávez ganó de forma abrumadora el voto popular en unas elecciones libres y justas, completamente democráticas, y luego procedió a desmantelar la democracia venezolana.
Juan Perón fue elegido libremente en las elecciones de 1946 en Argentina y luego procedió a desmantelar la democracia argentina. Viktor Orbán fue elegido libremente en Hungría, al igual que el AKP de Turquía en 2002.
Deberíamos tener muy claro ahora que el hecho de que un gobierno sea elegido no le da derecho a ser etiquetado de democrático sin importar lo que haga después.
Si te eligen libremente y empiezas a perseguir o procesar a directores de empresas, universidades, políticos, medios de comunicación críticos con el gobierno, has dejado de ser una democracia.
Porque las democracias son regímenes que celebran elecciones libres y justas, pero también protegen las libertades civiles básicas de los ciudadanos. Y eso es lo que está amenazado hoy en EE.UU.
Desde el primer mandato de Trump has comparado sus acciones como presidente con lo que han hecho los populistas latinoamericanos. ¿Notas cada vez más similitudes en ese sentido en este segundo mandato?
En algunos aspectos sí. La personalización del Partido Republicano, sin precedentes en la historia de EE.UU., me recuerda al tipo de relación que Perón o Chávez tenían sobre su partido, o que Ortega llegó a ejercer sobre el partido sandinista en Nicaragua.
No era el caso en EE.UU. durante el primer mandato de Trump, así que es algo nuevo.
Trump utilizó esta vez un discurso populista que sería bastante familiar en gran parte de América Latina.

Además, la politización del Estado por parte de Trump, algo que ha ocurrido antes en EE.UU. y otros países, y el uso del Estado como arma es bastante familiar en América Latina.
Así que en varios sentidos la democracia de EE.UU., el régimen de EE.UU., empieza a parecerse mucho más que antes a muchos regímenes de América Latina.
Los populistas latinoamericanos tienden a presionar a sus críticos y a los medios de información independientes que consideran amenazas para sus planes. ¿Ves que esto ocurra en EE.UU.?
Sí, hubo amenazas de utilizar la Comisión Federal de Comunicaciones para castigar a empresas de medios que estén del lado equivocado para Trump.
Ya hubo demandas frívolas de Trump contra empresas de medios por difamación, y otros funcionarios del gobierno han amenazado con más.
Está por verse si el Departamento de Justicia se desplegará para investigar a la oposición, a empresarios o a políticos.
¿Y cómo tomas, comparando con América Latina, un posteo reciente del presidente Trump en las redes sociales diciendo que «aquel que salva a su país no viola ninguna ley»?
No estoy seguro de que haya presidentes latinoamericanos que dirían eso. No creo que Milei diría eso. Tal vez sí…
Pero hay muchos que llegaron al poder como «salvadores»…
Sí, esto me recordó a un artículo muy importante que el politólogo argentino Guillermo O’Donnell escribió hace unos 30 años sobre lo que él llamaba «democracia delegativa», donde los presidentes latinoamericanos elegidos libremente harían campaña como «salvadores de la patria» diciendo: «Hay una crisis enorme, sólo yo puedo salvarnos».
La gente confiaría en el presidente, que acumularía mucho poder, y luego gobernaría como le pareciera. Entonces se refería a personas como Fujimori [en Peú], Menem [en Argentina] o Collor de Mello [en Brasil]. Ejemplos más recientes son Bukele [El Salvador], Chávez o Correa [Ecuador].
No es algo que hubiéramos visto en EE.UU. Pero sobre todo se trata de alguien que no es demócrata. La presidencia está en manos de una figura autoritaria. Nos lo ha dicho una y otra vez, y los estadounidenses no prestaban atención o no les importaba.
¿Crees que estas similitudes que notas entre el populismo latinoamericano y las acciones de Trump son meras coincidencias, o que Trump sigue una especie de manual?
No creo que sea necesariamente un manual. Los votantes están muy en contra del establishment en las democracias de todo el mundo, las élites políticas se están debilitando de forma drástica, sobre todo debido a las redes sociales y al poder de internet.
Hoy es mucho más fácil ser populista que a mediados del siglo XX.

Así que no creo que sea tanto un manual como una especie de método para presentarte como un outsider político, atacando al establishment y al statu quo, y luego personalizar el poder. Es un conjunto de tácticas políticas que no se habían usado mucho en décadas recientes en EE.UU., pero que vimos funcionar en el mundo.
Por cierto, estás comparando a Trump con presidentes latinoamericanos de diferentes ideologías como Chávez, Bukele, Correa o Fujimori… ¿Son irrelevantes en este sentido las divisiones tradicionales entre izquierda y derecha?
Hay populistas de diferentes ideologías. El populismo no es cosa de izquierda o de derecha. Sigue habiendo izquierda y derecha, pero los populistas pueden aparecer en ambos lados.
¿Ves también similitudes con países latinoamericanos en cómo la oposición política actúa en EE.UU. para equilibrar el poder del presidente Trump?
Es muy difícil oponerse a un gobierno populista autoritario. Muy a menudo sus opositores tienen dificultades, como vimos en Venezuela, Perú o Ecuador.
En ese sentido, creo que los demócratas tienen cierta ventaja. Están en mejor forma, son un partido único que sigue siendo viable electoralmente.
Pero después que gana un populista la oposición siempre está atascada y grogui, muy insegura sobre qué hacer. Es una experiencia humillante. Y muy a menudo la oposición tarda años en recuperarse.
No debería sorprendernos que el Partido Demócrata haya llegado a este estado de shock y aturdimiento, pero creo que se recuperará más rápidamente que otras oposiciones.
Muchos pueden preguntarse si Trump es una causa o un síntoma de la crisis que observas en la democracia de EE.UU. ¿Qué dirías?
Buena pregunta. Creo que es ambas cosas.
Definitivamente es un síntoma en muchos sentidos. Incluso antes de Trump, durante el gobierno de Obama, ya estaba surgiendo dentro del Partido Republicano una facción populista radicalizada y cada vez más antidemocrática, el Tea Party, que tenía muchos rasgos de MAGA (siglas del movimiento trumpista Make America Great Again).
Así que esto, para mí, es una reacción más amplia a la transición de EE.UU. hacia una democracia multirracial, que es realmente un cambio muy dramático. Trump surge de ahí.
Pero hay cosas de Trump que ningún otro político habría hecho, como intentar anular los resultados de las elecciones de 2020. Así que hay elementos en esta crisis que son producto de Trump.
En una entrevista que tuvimos al comenzar el primer mandato de Trump, dijiste que su apelación a la gente blanca en general era menos inclusiva que la de los populistas latinoamericanos que apelan a la gente pobre en general.
Y que esta distinción hacía difícil para Trump alcanzar los altos niveles de apoyo que tuvieron Fujimori, Chávez o Evo Morales. ¿Sigue siendo relevante esta diferencia para entender hasta dónde puede llegar el poder de Trump?
Sí. Creo que Trump en 2024 fue más populista que en 2016. Su mensaje antisistema y antioficialista llegó a más votantes no blancos. Pero sigue siendo principalmente una apelación etnonacionalista.

Y aunque Trump ganó el voto popular, obtuvo el 49,8% de los votos. Su índice medio de aprobación es del 48,5%. Eso es alto para Trump, pero no está ni cerca de lo que lograron personas como Chávez, Fujimori, Correa o Bukele. Y él nunca llegará a ese territorio.
¿Significa esto que Trump no podrá hacer cosas que otros presidentes con quienes lo comparas pudieron hacer?
Correcto. Fujimori, Correa y Chávez impusieron unilateralmente nuevas Constituciones. Y todos ellos, así como Bukele, pudieron cambiar o esquivar la Constitución para extender sus mandatos.
No creo que Trump sea capaz de hacer eso. Podrá abusar del poder, pero no cambiar unilateralmente el orden constitucional.
En la misma entrevista, te pregunté si había alguna lección que EE.UU. pudiera sacar de lo ocurrido con los populismos en América Latina, y dijiste que no tenías una respuesta clara aunque habías reflexionado mucho sobre ello. ¿Has llegado a una conclusión ocho años después?
Mira, no es muy feliz, pero una lección que aprendimos al observar las experiencias populistas en América Latina, por ejemplo con Perón, Chávez, Correa, Fujimori, Bukele y AMLO, es que es realmente difícil ser oposición a un presidente populista exitoso.
Las derrotas rápidas de populistas que vemos suelen hacerlas los militares, y no queremos esto.
Así que en los casos del populismo latinoamericano no vemos muchas lecciones positivas para la estrategia opositora.
Creo que Brasil ofrece algunas lecciones útiles, sin ser tanto un caso de populismo. Bolsonaro es un político de extrema derecha que nunca tuvo un apoyo generalizado.
Pero la forma en que gran parte de la sociedad civil respondió a la amenaza planteada por Bolsonaro, el modo en que incluso políticos de derecha aceptaron los resultados de las elecciones de 2022, y la forma como respondió el sistema judicial, con todos sus defectos y posibles extralimitaciones, y las instituciones brasileñas a un ataque autoritario responsabilizando política y judicialmente a Bolsonaro, ofrece mucho que aprender para EE.UU.
Las instituciones de Brasil respondieron con más eficacia que las instituciones de EE.UU. ante Trump.